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Cuando se produce una catástrofe, de la misma manera que salen a relucir las mejores cualidades del ser humano, también salen a luz las peores. Enseguida aparecen los saqueadores, los carroñeros, los que esperan obtener un beneficio de la desgracia ajena.
La dana de Valencia no iba a ser, por desgracia, una excepción a esto, y mientras el ejército se despliega en socorro de los afectados y la gente de a pie se vuelca en ayuda de sus vecinos, y entiende por vecinos a personas que viven a dos mil kilómetros de distancia, y recoge alimentos para enviárselos, y se rompe la cabeza pensando en diferentes iniciativas de apoyo, algunos aspirantes sin escrúpulos al poder político piensan que la desgracia también puede ser una oportunidad.
Una oportunidad para ellos, claro. Desde las filas de la oposición, desde sus arrabales de las redes sociales, desde sus medios de desinformación, se miente con descaro sobre la ausencia de una ayuda estatal que se ha estado brindando desde el primer momento, se dice incluso que el Presidente del Gobierno no ha ido a la zona afectada, aunque desmentirlo sea tan fácil como no conformarse con Tiktok y X para saber qué pasa en el mundo.
A la cabeza, como siempre, del relato infame, el aspirante a la presidencia se apresura a buscar la culpa en otros cuando aún no hay nadie buscando culpas, cuando todavía nadie le está diciendo a su correligionario Carlos Mazón que cometió errores importantes y graves, de los que habrá que hablar en el futuro. Mientras el propio Mazón muestra saber estar y agradece la ayuda recibida, su jefe de filas incrementa su ya considerable historial de embustes, confiado siempre en que alguien habrá que se los crea.
Qué profunda tristeza que, en estos momentos, haya que dedicar parte del tiempo a espantar a los buitres
Porque alguien le ha dicho a toda esta gente que el español es un pueblo crédulo, que comulga con ruedas de molino, y se apresuran a fabricarlas para que no tengamos que pasar hambre. Y es urgente que no tengan razón. Porque, si llegan a tener razón, lo pagaremos con un largo desierto en el que las mentiras serán la única planta que bordee el camino, y todos los oasis serán espejismos.
Y eso obliga a tener que distraer fuerzas para recordar a los ciudadanos cómo se reía la oposición, en todos los sentidos la misma que ahora, cuando el Presidente Zapatero creó la Unidad Militar de Emergencias, a la que ahora nos agarramos todos cuando vienen mal dadas, y cómo se reían en sus cenáculos mientras ellos suprimían, hace muy pocos meses, la Unidad Valenciana de Emergencias, que tan útil se hubiera demostrado ahora. Que su principal asesor científico era un primo lejano negacionista y que, en última instancia, les da igual, porque a lo único que aspiran es a ocupar las ruinas.
Qué profunda tristeza que, en estos momentos en los que faltan brazos, además de llorar a los muertos y auxiliar a los vivos haya que dedicar parte del tiempo a espantar a los buitres.