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sábado. 31.05.2025
TRIBUNA DE OPINIÓN

No hacen caso ni a Kant

Recuerden el dictum de Kant: “No discutas con un idiota, la gente podría no notar la diferencia”.
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Insultar procede del verbo insultare, formado por in y saltus. Literalmente, saltar contra el otro, que es la forma más gráfica de expresar un insulto: echarse encima del otro. Debatir, del latín debattuere. Componentes léxicos: de (arriba-abajo) y battuere (batir y abatir). Término bélico por excelencia. De ahí, combatir y rebatir, palabras que han pasado al acerbo de la dialéctica incruenta y que así sea para siempre. Si no, este país dejaría de tener políticos de la noche a la mañana; aunque, quizás, fuera lo más procedente que sucediera, al menos durante un tiempo… “Para lo que sirven”, dirán algunos.

Antes, cuando alguien se batía contra los enemigos, se saltaba contra ellos con el fin de hacerlos picadillo como hace una batidora con un solomillo de buey: batirlo hasta dejarlo hecho puré. Ahora, al enemigo se lo deja físicamente intacto, pero seguro que con una úlcera en el estómago, aunque no se reconozca. La de úlceras que no habrá generado esta última hornada en los políticos. ¿Por mala conciencia? Ellos sabrán.

Lo pertinente es debatir/combatir/rebatir ideas, por ello no se comprende que dichos frutos de la inteligencia se ventilen con insultos, pensando que así se gana un debate. En realidad, se trata de una estrategia de imbéciles, comprensible si se teme que las ideas del otro son mejores y que la única manera de atenazarlas es insultar a la persona, utilizando descalificaciones que nada tienen que ver con el estatus del pensamiento, centradas, por el contrario, en sus rasgos físicos, gustos culinarios o sexuales, olvidándose que ninguno de ellos impiden a nadie ser una lumbrera en sus respectivos campos profesionales. Sainz Rodríguez fue el primer ministro de Educación Nacional de Franco y era un putero empedernido, tan buen conocedor de la literatura clásica española como los burdeles de Lisboa. Abusar de los argumentos ad hóminem es moneda corriente. Un ingeniero no puede ser buen profesional siendo gay. Un ateo, menos aún. El pensamiento reaccionario ha condenado siempre el liberalismo por ser la encarnación más baja de la condición humana, incluso de la escala zoológica: “mayor pecado que el de robo, adulterio o asesinato” (La Tradición Navarra, 15.7.1905). Y el socialismo un cáncer de lo peor, como dijo León XIII en su Rerum Novarum.Lo malo del efecto de las discusiones que ofrece el Parlamento es que están acostumbrando al ciudadano a creer que la inteligencia de un político se mide por la cantidad y calidad de sus insultos. Así parecerá que Ayuso es experta en física cuántica, cuando seguro que no sabe ni la regla de Ruffini.

Las derechas llevan inserto en su duramadre el dispositivo de convertir al gobierno turnante en escupidera

Las derechas llevan inserto en su duramadre el dispositivo de convertir al gobierno turnante en escupidera. Ya lo vimos en la II República. De Azaña decían que “parece más bien la absurda experiencia de un nuevo y fantástico Frankenstein, que fruto de los amores de una mujer” (Diario de Navarra, 16.8.1936). Llamarlo El Monstruo fue lo habitual (El Pensamiento Navarro, 7.11.1937). Así que so sé si los insultos contra Sánchez superan los propinados al político de Alcalá: “Se te recordará como el cabrón que traicionó a toda España”, le ha cantado una chirigota del Carnaval pasado. Ayuso lo ha llamado “mafioso, matón, tirano e hijo de puta” y Feijóo lo ha calificado de “pelele, florero y marioneta”. Y, de forma indirecta, otro lo ha denominado secretario general de una “confederación de puteros”. A Pilar Alegría, ministra portavoz, la han llamado “zorra e hija puta”, emulando las distinciones utilizadas en Navarra contra la socialista Julia Álvarez Resano, “la puta del congreso”. Y, después del apagón, como no podía ser de otro modo original, Sánchez ha sido calificado como “príncipe de las tinieblas”, que es como denominan las escrituras a Satanás, Lucifer o Belcebú.

También llama la atención lo poco ofendidos que se sienten algunos políticos al ser llamados hijos de puta y no derivan dichas injurias ante un juez. Y no se entiende que ni Ayuso, ni Abascal, ni tantos lenguaflácidas hayan sido convocados por algún juez y les haya retirado el carnet de políticos expresionistas. Con ellos, la definición que daba Borges de la política -“una de las formas del tedio”-, se ha hecho añicos. Nadie diría que los parlamentarios muestren signo de aburrimiento alguno. Todo lo que tocan lo convierten en metonimias e hipérboles que ni el maestro Quevedo.

Gastar el dinero del erario en gente que se dedica a insultarse no es el fin imaginado por la Constitución para su trabajo

Insultar cuando no hay más remedio que llamar a tu opositor imbécil, porque lo es, procede. Pero que suceda esto entre personas inteligentes, porque los políticos lo son, no tanto, ¿no? Hacienda debería sacarles tarjeta roja. Gastar el dinero del erario en gente que se dedica a insultarse no es el fin imaginado por la Constitución para su trabajo. Debería crearse la figura del inspector lingüístico, responsable de vigilar las intervenciones parlamentarias y cada vez que un diputado se suba a la parra del insulto un ujier, a la señal de dicho inspector, debería descabalgarlo de su escaño.

Un tipo así no representa a la ciudadanía. Ni a su partido. Sólo a sí mismo. Y no es decoroso. A todo parlamentario que usase el llamado “lenguaje infecto” debería prohibírsele la palabra. Y, en próximas elecciones, deberían aconsejarle que se buscase un trabajo en alguna cuadra del hipódromo.

Un Estado de Derecho no se puede permitir la metástasis de este cáncer político. Cuando se tienen argumentos, ¿a qué viene imitar el aullido de una hiena? ¿Detrás de cada insulto se esconde un impulso de muerte, como diría Freud? Ni idea, pero algunos psiquiatras dicen que el insulto es signo de intolerancia, de frustración infantil, de falta de empatía y de inteligencia pragmática.

Hará muy mal Sánchez y la bancada socialista si replican con insultos a la otra banda de insultadores mayores del Reino

Además deshonra a quien lo escupe, no a quien lo recibe. El ensayista francés Haury considera que esta actitud es ausencia de caridad cristiana (L´ironie et l´humour chez Ciceron). Si es así, Feijóo, Tellado, Gamarra y su claque deberían mirárselo, dado su pedigrí apostólico y romano. A no ser que hayan decidido ir al infierno en cuadrilla.

Con todo lo dicho, hará muy mal Sánchez y la bancada socialista si replican con insultos a la otra banda de insultadores mayores del Reino. Y no es por nada. Pero recuerden el dictum de Kant: “No discutas con un idiota, la gente podría no notar la diferencia”. También, hay otra versión que, quizás, guste más, la de Mark Twain: “Nunca debatas con un imbécil, te rebajará a su nivel y te ganará por su experiencia”.

Avisados quedan, aunque ya es sabido que sólo los tontos no harán caso ni a Kant ni a Twain. Y, para lo más conspicuos, convendría recordar el epigrama de O. Wilde: “Los elogios me vuelven humilde, pero cuando me insultan sé que he tocado el cielo”. Así que imaginen las derechas en qué nube del empíreo celestial de la felicidad se tiene que hallar el presidente Sánchez.

No hacen caso ni a Kant