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Érase una vez: un científico decidió hacer un experimento conductual. Cazó una araña, la entrenó para que acudiera a su llamada y comenzó con su experimento:
—Araña, ven. —Y la araña acudía.
Entonces, el científico le arrancó una pata.
La volvió a dejar unos metros más atrás y repitió la orden:
—Araña, ven. —Y la araña, con esfuerzo, acudió de nuevo.
Le arrancó otra pata.
Y así continuó, una tras otra, hasta que a la araña solo le quedaba una. Aun entonces, logró arrastrarse hasta su amo. Finalmente, le arrancó la última pata, la dejó a distancia y ordenó por última vez:
—Araña, ven.
La araña, ya sin patas, no se movió.
El científico, convencido de la solidez de su experimento, anotó en su cuaderno:
“Si le quitas todas las patas a una araña, se queda sorda”.
Este cuento, convertido en metáfora recurrente, ilustra con precisión el peligro de sumar hechos —reales pero inconexos— para llegar interesadamente a una conclusión predeterminada. El experimento parte de un dato cierto —la araña no camina—, pero el error está en el razonamiento. El científico deseaba confirmar su hipótesis y adaptó la interpretación de los hechos a su conveniencia, ignorando la lógica más elemental.
Este es, precisamente, el método que ha utilizado Alberto Núñez Feijóo en los últimos tiempos como líder de la oposición. Su araña tiene patas de titulares, zancadas de mensajes entre ministros e hilos de sospecha sobre decisiones de gobierno. Pero la conclusión ya estaba escrita antes del experimento: Pedro Sánchez es corrupto. Solo hacía falta adornarla y justificarla.
Durante los últimos días, el caso de los mensajes de José Luis Ábalos ha sido el nuevo escenario donde Feijóo ha desplegado su telaraña. Ha tejido con meticulosidad una cadena de fragmentos: una conversación sobre el rescate de Air Europa, la mención de posibles intermediarios, la aparición de Hidalgo —el empresario dueño de la aerolínea—, y una frase aislada: “hablaré con Sánchez”.
Y ahí está: la araña no se mueve, luego está sorda. Es decir, si Hidalgo dijo que hablaría con Sánchez y el rescate se aprobó, entonces hay corrupción. Conclusión fabricada. Método de la sospecha como sistema.
Pero, ¿cuál es el contexto real? La pandemia del COVID-19 puso a todos los gobiernos ante dilemas complejos. Muchos países rescataron a sus aerolíneas para mantener la conectividad, preservar empleos y proteger sectores estratégicos. ¿Acaso fue corrupción que Francia rescatara Air o Alemania a Lufthansa? No. Fueron decisiones políticas adoptadas en una situación de emergencia.
Cuando el Gobierno español hizo lo mismo con Air Europa, Feijóo prefirió presentar la escena como una trama oscura. ¿Por qué? Porque ya había decidido el final del cuento: había que demostrar, a toda costa, que Pedro Sánchez estaba implicado en una operación corrupta. Para ello bastaban frases sueltas, recortes de prensa y una dosis generosa de dramatismo.
El científico de la araña ejemplificó con torpeza lo que se conoce como falacia de confirmación. Feijóo lo hace con astucia política, pero con la misma falta de honestidad intelectual
Esta forma de actuar tiene un nombre: falacia de confirmación. Es un sesgo cognitivo que nos lleva a buscar, interpretar y recordar información de forma que confirme nuestras creencias previas. El científico de la araña lo ejemplificó con torpeza. Feijóo lo hace con astucia política, pero con la misma falta de honestidad intelectual.
Y no lo hace solo. Cada nuevo mensaje es tratado por ciertos medios como si fuera una revelación; cada mención se amplifica como si fuera una prueba irrefutable; cada hipótesis se vende como una conclusión. Y el ciudadano, atrapado en esta telaraña, puede no distinguir entre hechos, interpretaciones e intereses.
La oposición democrática tiene un papel imprescindible: controlar al Gobierno, fiscalizar su acción y denunciar sus errores. Pero eso no le da carta blanca para inventar causas ni para intoxicar el juicio público. La democracia necesita argumentos, no arañas mutiladas que no se mueven.
Cuando Feijóo insiste en que Pedro Sánchez ha cometido corrupción porque alguien dijo que hablaría con él, no solo comete una injusticia o una falacia: está deteriorando la calidad del debate público. En lugar de elevar el nivel del discurso, se limita a explotar la sospecha como única herramienta. No hay propuestas, ni razonamientos, ni alternativas. Solo latiguillos, titulares fabricados por medios afines a la derecha y la ultraderecha, y la difusión sistemática de medias verdades que acaban convirtiéndose en una realidad paralela… para lelos.
La metáfora de la araña es algo más que un cuento: es un espejo. Y en él se refleja el retrato de un líder de la oposición que ha convertido la política en una cacería
Las sesiones semanales de control al Gobierno en el Congreso lo reflejan a la perfección: se han convertido en un tedioso desfile de frases huecas, acusaciones repetidas y ausencia total de políticas alternativas. Es un espectáculo diseñado para erosionar, no para construir.
La metáfora de la araña, al final, es algo más que un cuento: es un espejo. Y en él se refleja el retrato de un líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, que, acompañado por un ejército de opinadores, los medios de comunicación afines y una parte —muy poderosa— del poder judicial, ha convertido la política en una cacería.
No importa el coste institucional, democrático o social. Todo vale. “El que pueda hacer, que haga”, recuerden la consigna. No es el país lo que importa; lo que importa es recuperar el poder, a cualquier precio y condición. Y por ello, cada vez que la derecha quiere acabar con un presidente socialista ataca a la persona no a sus políticas.