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sábado. 24.05.2025
TRIBUNA DE OPINIÓN

La DANA

EFE/Miguel Ángel Polo
Foto: Miguel Ángel Polo de EFE

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Dios creó el Universo en siete días y dejó que la Humanidad se rigiese por las leyes del libre mercado. Una típica operación de subrogación delegando la responsabilidad de la empresa al hombre.

Ciertamente la creación en una semana fue tarea tan agotadora y eficiente que justifica su eterno descanso. Pero, con las prisas, diseñó mal su mantenimiento. O quiso escurrir el bulto traspasando la responsabilidad a su criatura. Al mecanismo le llamaron en un principio libre albedrio pero a su versión actual le llaman libertad (de mercado, por supuesto).

Después de la ayuda solidaria (es decir, que paga el Estado), volverán a ondear las banderas de la libertad contra el intervencionismo del estado o la locura ecologista

Funciona incluso en las catástrofes naturales. Pongamos como ejemplo la “dana” de Valencia. Obedeciendo a leyes físicas, ajenas al mercado, se forma cuando le parece y toda injerencia humana se concreta en calentamientos iracundos cada vez frecuentes. Imposible de domesticar, lo único que cabe a los humanos es no interponerse en su camino. Lo de ¡Dios lo quiere!, que invocaban los cruzados para justificar sus atrocidades, ya no viene ahora a cuento porque Dios delegó responsabilidades, entre ellas la de gestionar catástrofes. 

Luego, no es el agua, sino el hombre quien produce muertes. 

En todo homicidio existen la víctima y el homicida. 

Sobre quienes son las víctimas no cabe discusión. En un desastre natural, lo natural es que las víctimas sean de las clases bajas, que viven en los bajos de los barrios bajos. Pasa en todo el mundo.

Cuando el país se modernizó los obreros fueron expulsados de los muros de la ciudad hacia los suburbios y ciudades dormitorio, cerca de los polígonos industriales, donde trabajaban. No fue un instinto asesino, ni siquiera higienista, el que motivó a los promotores urbanísticos a planificar sin tener en cuenta los riesgos humanos o ecológicos. Fue el cálculo, la racionalidad económica, la reducción de costes, la optimización de la tasa de beneficio, la que determinó la geografía urbana. 

Como buitres libertarios, vuelan majestuosos, percibiendo una oportunidad donde nosotros solo vemos un desastre

Es el mercado el que coloca a cada uno en su sitio. Las viviendas que se construyeron junto a ramblas y riberas son las más amenazadas y, por ello, baratas.

En las leyes de mercado, rige la libertad. A nadie se le obliga vivir al borde del abismo, a nadie se le obliga comprar allí.

 Los más dotados, los que venden esas viviendas, viven seguros en “el norte”. Son los que no vieron (viven lejos) las rieras como un riesgo, sino como una oportunidad. Consecuentemente, se metieron en política, se hicieron concejales y alcaldes, elaborando normas urbanísticas que liberaban suelo. Se especuló, se corrompió, creando así riqueza que se distribuyó entre corruptos e inversores. Mucha gente les votaba porque, hasta cierto punto, democratizaron la corrupción: la especulación inmobiliaria suplía el pago de impuestos. 

Aparecieron como setas lideres populares, campechanos, horteras, apolíticos, hechos-a-sí-mismos, que enriquecieron a amigos, familiares y clientes.  Continuaban la hispana tradición caciquil. Regalaron a sus ciudadanos monumentales ciudades culturales vacías, airosos puentes colgantes para unir rotondas, aeropuertos para pasear…Presidieron y financiaron equipos de fútbol, recuperando la tradición imperial romana (pongamos que hablo de Gil y Gil).

Es el mercado el que coloca a cada uno en su sitio. Las viviendas que se construyeron junto a ramblas y riberas son las más amenazadas y, por ello, baratas

Lo que ocurrió en España no creo que fuera una endemia, pero tenía aspectos novedosos. Hasta ese momento, la corrupción tenía nombres de marqueses (de Uceda, de Comillas, de Salamanca…) y burgueses cercanos a la monarquía. Los de ahora procedían del propio paisanaje y eran percibidos como algo suyo, como los míticos bandoleros andaluces que robaban a los ricos para dárselo a los pobres. Frente a estos irados paisanos corruptores los políticos aparecían como una clase corrupta.

Pero al “boom” sucedió la gran crisis y algunos (mayoritariamente políticos) perdieron poder y fueron a la cárcel. Pocos, insuficientes para frenar la ola liberal. La mayoría permanece agazapada hasta el día en que, fracasado el intervencionismo del estado en labores humanitarias, vuelvan a ondear las banderas de la libertad de construcción.

Saben que la actual borrachera humanitaria, en la que emergen los mejores sentimientos de solidaridad, se desvanecerá con la foto. Después de la ayuda solidaria (es decir, que paga el Estado), habrá que enfrentarse a problemas estructurales como la financiación de la reconstrucción del desastre y la reubicación de los damnificados, nuevos planes de urbanismo, nuevas reglas de construcción…y volverán a ondear las banderas de la libertad contra el intervencionismo del estado o la locura ecologista. Como buitres libertarios, vuelan majestuosos, percibiendo una oportunidad donde nosotros solo vemos un desastre.

Mientras tanto, surgen debates, tan excitantes como inocuos, sobre quienes son los culpables (olvidando que el gran descubrimiento del capitalismo fue la sociedad anónima), asignación de competencias (competición sobre quien es más incompetente) …

Conviene recordar la burla de Clinton sobre quienes hoy le han ganado las elecciones: ¡Se trata del mercado, imbécil!

La DANA