
Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna
Hablaba Paul Krugman, en su última columna en el New York Times, de encontrar el camino de vuelta hacia un mundo mejor, y empleaba, como suele, argumentos bastante razonables. Sin embargo, se me quedó rondando la expresión que encabeza estas líneas, porque pensaba que había en ella un error esencial, que no era otro que la idea de volver a un mundo mejor. Una idea con la que, seguramente sin percatarse, incidía en el drama esencial de nuestro tiempo: buscar las soluciones en el pasado.
No tenemos que encontrar el camino de vuelta a ningún sitio, sino el camino de ida a un mundo mejor, y ese camino pasa por hacer frente a los plutócratas
Las soluciones a los problemas jamás se encuentran en el pasado, ni en la nostalgia de un mundo mejor que, ni fue mejor, ni probablemente existió nunca salvo en nuestro recuerdo.
No podemos propugnar una vuelta al pasado contra quienes persiguen la vuelta al pasado. Cuando oigo decir -y lo oigo muchas veces- que la actual generación joven es la primera que va a vivir peor que sus padres, me doy cuenta de hasta qué punto el neoliberalismo ha conseguido penetrar en la médula de nuestro pensamiento y corromperlo. Porque ha conseguido que el progreso se mida exclusivamente en términos económicos.
Es tan fácil como volver la espalda a los que se están haciendo millonarios y poderosos vendiendo, simplemente, trampantojos
Nuestros hijos no viven peor que nosotros. Pasan dificultades económicas -siempre ha habido dificultades económicas, que cuando se superan la memoria borra-, pero viven en un mundo mucho más libre, en el que la opresión de la religión y su moral anexa es casi anecdótica, en el que las decisiones personales se toman con mucha menos coacción externa, en el que las mujeres están sacudiéndose un esquema mental relegador que nos ha acompañado durante siglos y se está superando precisamente ahora. Y los jóvenes tienen que entender que está en sus manos y en las de nadie más la oportunidad de orientar el camino de la sociedad hacia la misma locura de competición económica en la que vivimos o hacia planteamientos más racionales.
Los que viven peor son los que querían que todo siguiera siempre igual, los que imponían su autoridad en casa y ya no son obedecidos, los que llamaban al limpiabotas para sentirse ricos en su miseria. No tenemos que encontrar el camino de vuelta a ningún sitio, sino el camino de ida a un mundo mejor, y ese camino pasa por hacer frente a los plutócratas que ahora han conseguido convencer a la gente de que solo los ricos saben lo que hacen. Los que ofrecen el sálvese quien pueda como modelo y se ofrecen como ejemplo cuando lo único que persiguen es un mundo con mucha más gente que acuda corriendo con la espalda encorvada cuando la llamen para desempeñar un trabajo mal pagado, vivir en un piso de alquiler carísimo o explotar al que está aún peor. Nunca habrá un paraíso con sanidad privada y educación privada para todos los que están sosteniendo con sus votos a los que los explotan, tal vez nunca habrá un paraíso, pero está a nuestro alcance evitar que todos acabemos viviendo en el falso paraíso de Matrix. Es tan fácil como volver la espalda a los que se están haciendo millonarios y poderosos vendiendo, simplemente, trampantojos.