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Preguntarse si el presidente del Gobierno de España es un líder vulnerable podría interpretarse como una crítica o una descalificación. Más aún en un mundo donde la política parece estar dominada por la testosterona, la confrontación y el sectarismo. Vivimos en una polarización extrema que ha convertido el debate público en un campo de batalla, donde cualquier muestra de duda, rectificación o apertura se percibe como debilidad. Para muchos, “vulnerable” y “líder” son términos contradictorios, cuando no directamente opuestos.
Sin embargo, en tiempos de sectarismo extremo, cuando la política ha sido secuestrada por discursos maximalistas, y ceder se percibe como traición, la vulnerabilidad resulta por el contrario más lógica, inevitable incluso más que nunca. Un liderazgo eficaz no debería medirse solo por la capacidad de ganar cada batalla discursiva, sino por la habilidad de generar soluciones reales. La clave no está en imponerse sin matices, sino en la capacidad de reconocer la complejidad, aprender de la crítica y trabajar con quienes piensan diferente.
Pedro Sánchez ha gobernado en circunstancias excepcionales, enfrentando dificultades inesperadas y asumiendo los riesgos y críticas que conlleva el diálogo con quienes piensan diferente
El lenguaje es una de las herramientas más poderosas en la política. Hoy nos encontramos en un entorno donde se premia la agresividad verbal y la descalificación, donde el ruido, el cinismo y la rigidez ideológica han desplazado al diálogo. En este contexto, la desafección política crece y cada vez más ciudadanos sienten que la política se ha convertido en un juego de intereses y egos, en lugar de un servicio público. La degradación de la política es uno de los más graves déficits del momento, uno de los principales puntos de apoyo del fascismo en todas sus variantes.
Frente a este panorama, el liderazgo basado en la vulnerabilidad puede ser el arma más poderosa. No se trata de evitar conflictos ni de adoptar una postura tibia. La vulnerabilidad no es sinónimo de ingenuidad. Implica, más bien, asumir la responsabilidad y tomar decisiones complejas, con el riesgo de enfrentar críticas.
Decir hoy que la política no tiene por qué ser un campo de batalla permanente y que debería ser un espacio de encuentro, aprendizaje y construcción colectiva, puede parecer ingenuo, como un acto de candidez impropio de quien sigue la actualidad de este país y del mundo. Pero si queremos reconstruir la confianza en las instituciones, fomentar una cultura de cooperación y ofrecer algo que hoy parece escaso —esperanza en el futuro—, es imprescindible que el coraje de la vulnerabilidad esté presente en quienes conducen esta sociedad a todos los niveles.
Hoy nos encontramos en un entorno donde se premia la agresividad verbal y la descalificación, donde el ruido, el cinismo y la rigidez ideológica han desplazado al diálogo
Liderazgos vulnerables como los que define Brené Brown (Texas, 1965) profesora e investigadora de la Universidad de Houston que estudia la valentía, la vulnerabilidad y la empatía desde hace veinte años y autora del bestseller El poder de ser vulnerable. En su obra, Brown defiende que la vulnerabilidad, antes vista como una debilidad, es en realidad una fuente de fortaleza para el liderazgo eficaz. Se trata de la capacidad de exponerse al riesgo y la incertidumbre, de liderar con valentía, quitarse la armadura y afrontar las inseguridades con honestidad. La verdadera valentía no radica en la rigidez ni en la agresividad, sino en la capacidad de abrirse, escuchar y tomar decisiones desde la consciencia y la responsabilidad. En política, esto significa estar dispuesto a itir errores, reconocer la complejidad de los problemas y abrirse al diálogo genuino, en lugar de refugiarse en posturas inamovibles.
Y volviendo a la pregunta del inicio: ¿Pedro Sánchez ejerce un liderazgo vulnerable, entendido en los términos que plantea Brené Brown? En mi opinión, la respuesta es sí. No solo por el contraste con los líderes políticos que tiene enfrente, como Alberto Núñez Feijóo o Santiago Abascal, sino porque ha gobernado en circunstancias excepcionales, enfrentando dificultades inesperadas y asumiendo los riesgos y críticas que conlleva el diálogo con quienes piensan diferente.
Estas características son el eje de la formación en liderazgo, vulnerabilidad y autoconocimiento que están recibiendo miles de directivos y líderes en todo el mundo que quieren dejar atrás el viejo liderazgo autoritario, inflexible, resistente al cambio y negado a reconocer errores. En su lugar, buscan aprender a liderar con empatía, valentía y responsabilidad.