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viernes. 23.05.2025

No queremos esta Europa que cierra fronteras

La Europa que queremos no debe ser la que cierra sus puertas a quienes huyen de la miseria, las guerras o las persecuciones.
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A propósito del libro de Sani Ladan: La luna está en Duala y mi destino en el conocimiento. Plaza y Janés, 2023.

“El hombre no gobierna hoy
a las fuerzas que ha desatado,
sino que las fuerzas que ha desatado
gobiernan al hombre”.

Pepe Mujica.

Sani Ladan es un joven camerunés que decidió salir de su país para completar sus estudios y encontrar una vida mejor. Su primera intención no era dirigirse a Europa, sino buscar oportunidades en algún país vecino, como Nigeria. Diversas vicisitudes le llevaron a emprender la aventura de atravesar el Sahara con el objetivo de llegar a España.

Las peripecias que Sani tuvo que vivir fueron las que sufre la inmensa mayoría de los migrantes en busca de una mejor vida: extorsiones de las mafias, asaltos perpetrados por bandas de delincuentes, intentos de secuestro y asesinato, persecuciones y palizas de la policía de los países que atravesaban, sobornos de las mafias dedicadas al tráfico de inmigrantes… hasta llegar a Marruecos, cuyos militares y policía  no se andaban con contemplaciones, a lo que se añade el rechazo de parte de la población marroquí a los migrantes subsaharianos.

Las peripecias que Sani tuvo que vivir fueron las que sufre la inmensa mayoría de los migrantes en busca de una mejor vida

Tras varios meses huyendo de la gendarmería magrebí y refugiado en el monte Gurugú malviviendo como pudo, logra Sani con otros compañeros lanzarse al agua con intención de llegar a Ceuta, perseguidos en lanchas y golpeados, en aguas marroquíes, por la Marina Real y la policía, y en aguas españolas, por las pelotas de goma de la guarda civil:

 “Sólo se oían los disparos, los gritos y las sirenas de las patrulleras marroquíes y españolas. Recibí un primer disparo de un guardia civil en la espalda y el segundo en el flotador. Me estaba quedando ya sin fuerzas y empezaba a sentirme hipotérmico cuando se me acercó una lancha de la Marina Real marroquí. Les tendí la mano para que me rescataran porque ya no podía más. Sin embargo, el agente que tenía más cerca me dio varios golpes en la nuca y… perdí el conocimiento. Por suerte, una gran ola me propulsó, aún inconsciente, hasta la orilla. Me quedé tendido en la arena hasta que llegó la Cruz Roja española. A los compañeros que llegaron con buen estado de salud los agruparon para esposarlos de dos en dos. A mí me esposaron también con una brida junto a un compañero que tuvo que venir conmigo cuando me llevaron al hospital porque era imposible desatarnos las manos”.

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Como a muchos migrantes, es decir, los que en un primer momento tuvieron la suerte de no ser deportados a su país de origen, Sani fue enviado al CETI de Ceuta, donde fue calurosamente recibido por sus trabajadores y los residentes, y pudo telefonear a su familia de Camerún tras dos años de odisea por tierras africanas sin haber tenido la posibilidad de comunicarse con ellos. En el CETI tomó o con la que sería la asociación que más tarde le abriría las puertas de su futuro y de la que tiempo después sería su presidente: Elín, donde recibiría las primeras lecciones de español, con tan excelentes resultados que a los tres meses le convirtieron en un hispanohablante avezado e incluso dispuesto a enseñar a otros compañeros que vinieran del continente africano, como así hizo.

Los CIEs son auténticas cárceles donde se trata a los inmigrantes como a peligrosos delincuentes, hacinados en minúsculas celdas

Su estancia en el CETI sólo fue un paréntesis en la odisea que inició Sani tras su salida de Camerún. Al año fue trasladado al CIE de Tarifa, que nada tiene que ver con el CETI. Los CIEs son auténticas cárceles donde se trata a los inmigrantes como a peligrosos delincuentes, hacinados en minúsculas celdas, esposados cada vez que salían de ellas o encerrados en jaulas a la intemperie soportando el frío viento de Tarifa en pleno invierno con escasa ropa. Las torturas y palizas propinadas por los guardias estaban a la orden del día, entre otras vejaciones, como el empeño de muchos guardias en cambiarles el nombre por uno que sonara más español. Así, a Sani trataron de bautizarle con el nombre de Pedro, a lo que él se negó: “− Mi nombre es Sani. Si le parece difícil, prefiero que no se dirija a mí de ninguna manera, porque lo que de ningún modo voy a permitir es que me cambie el nombre. Espero que lo entienda y lo respete”.

Tras dos interminables meses de sufrimiento en el CIE de Tarifa, Sani fue trasladado por una ONG a un campamento de inmigrantes cuya misión era buscar trabajo en los invernaderos por una miseria de salario cuando tenían suerte de encontrarlo. Su afán no era trabajar, y menos como esclavo, sino continuar con los estudios iniciados en su país y ganarse más o menos la vida impartiendo clases particulares de francés, o bien de español a los muchachos que llegaban en condiciones similares a las suyas.

Ante las dificultades que le pusieron en el campamento, decidió trasladarse a Córdoba para unirse a su amigo Mady, de Burkina Faso, con quien compartió habitación en el CETI de Ceuta. Fue imposible localizar a su amigo, seguramente habría regresado a su país o viajado a algún lugar de Europa.

En Córdoba tuvo que buscar un lugar en la calle donde pasar las noches y lo encontró en un parque. Durante el día buscaba trabajo. Tuvo la suerte de dar con la ONG Córdoba Acoge, donde un profesor de español, al comprobar que tenía un buen nivel, le propuso prepararse el examen de la ESO. No fue tan sencillo como pensaba. Al carecer del NIE o Número de Identidad de Extranjeros, no podía matricularse en el examen y en ese momento comenzó para Sani la que sería la primera batalla con la burocracia digital hasta lograr, tras muchas vicisitudes, que un funcionario tan diligente como amable le consiguiera  la matrícula por el procedimiento manual de toda la vida.

Una vez obtenida la matrícula, Sani se preparó a conciencia el examen, a pesar del poco tiempo de que disponía. ¡Pero lo consiguió! El primer escollo ya estaba superado. Ahora tocaba enfrentarse al segundo, y se encontró con el mismo problema: el dichoso NIE, lo que significaba no tener a la tarjeta de residencia de extranjeros en España, y por consiguiente, no poder matricularse en ningún centro para cursar el bachillerato.

De nuevo, la ONG Córdoba Acoge fue su salvación porque le puso en o con otra organización, Bici Solidaria, que ofrecía clases de idiomas, y él se propuso como profesor de francés, cuyas lecciones comenzó a impartir en la floristería de Inés, una sa afincada en Córdoba. A partir de ese momento la vida de Sani dio un giro radical, a pesar de que tras la primera clase estuvo a punto de ser asaltado por una banda en el parque donde dormía, con la suerte de que en ese instante apareció la policía. Salvo ese incidente que pudo ser muy grave, todo fueron parabienes para nuestro amigo. Inés le ofreció irse a vivir a su casa con su familia y ayudarle en sus estudios, consiguiéndole una plaza en la escuela de arte donde su hijo cursaba sus estudios.

A pesar de que Sani se sentía de maravilla entre quienes consideraba su familia cordobesa, había dos cosas que le preocupaban: una, los gastos que estaba ocasionando, y dos, un decreto perverso del Gobierno español por el que se multaría a quienes acogieran a inmigrantes en sus hogares. En esa tesitura, Sani decidió abandonar el domicilio de su nueva familia, con la inmensa suerte de, en esos mismos días, haber recibido el ofrecimiento de otra familia para albergarle en su casa y, de paso, sortear por un tiempo el riesgo que implicaba el citado decreto. Así hizo, pero al poco tiempo recibió una oferta de trabajo en Zaragoza y no dudó en trasladarse allí, pese a la oposición de sus seres queridos en Córdoba.

Nuestro amigo se ha reencontrado con su familia de Camerún, que aún no ha podido visitarle en España

Sani logró terminar el bachillerato y licenciarse en Relaciones Internacionales por la Universidad Loyola de Andalucía. En la actualidad, trabaja como analista de relaciones internacionales, educador social y formador intercultural, colaborador en 24 TV, presidente de la asociación Elin donde había colaborado durante su estancia en el CETI de Ceuta, autor del podcast África en 1 cick  y conferenciante sobre migraciones y política de África en diferentes universidades y organizaciones de derechos humanos y antirracistas. Durante un tiempo ha sido asesor del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, siendo ministra Ione Belarra.

Nuestro amigo se ha reencontrado con su familia de Camerún, que aún no ha podido visitarle en España, y mantiene una estrechísima relación, ya de por vida, con sus dos familias cordobesas.

En estos días que se reivindican los logros de la Unión Europea, los derechos humanos, laborales, la justicia social, las libertades, la democracia, el estado de derecho y del bienestar, la igualdad de género, la lucha contra el cambio climático, contra las desigualdades, contra las diferentes discriminaciones, y un largo etcétera, no nos podemos ni debemos olvidar, como bien nos recuerda Muñoz Molina en su excelente artículo Dentro y fuera de Europa, publicado en El País del pasado 10 de mayo, “el expolio del mundo colonizado, la segregación racial, la reducción a la miseria y al exotismo de las poblaciones dominadas…”, como tampoco las consecuencias de un neoliberalismo salvaje que pone en peligro muchos de los avances conseguidos e imposibilita a grandes colectivos el universal a derechos tan fundamentales como la vivienda y el trabajo dignos, entre muchos otros.

La Europa que queremos tampoco es la que cierra sus puertas a quienes huyen de la miseria, las guerras o las persecuciones. Ni mucho menos, la que los persigue, agrede y mata en las fronteras, o maltrata en los CIEs como delincuentes, olvidando que no pocos europeos, y españoles en particular, han sido emigrantes no hace mucho tiempo.

“… Tenemos la responsabilidad de denunciar lo injusto, lo indecente, lo que se está perdiendo…” advierte Muñoz Molina en su artículo.

No queremos esta Europa que cierra fronteras