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El liderazgo de Yolanda Díaz, inicialmente con gran prestigio público por su gestión laborista en el ámbito de Unidas Podemos, se confirmó a iniciativa de Podemos y tras la dimisión de Pablo Iglesias se planteó un doble objetivo complementario: revertir el declive electoral de Unidas Podemos, ya muy evidente en 2019 y solo compensado por el al Gobierno de coalición y su gestión, y unir y ensanchar el espacio político del cambio de progreso.
Pero, enseguida, en la configuración del Movimiento Sumar aparece otra estrategia de su nueva dirección que considera más adecuada para esa finalidad: la reorientación política de mayor moderación y afinidad con el PSOE y la sustitución del liderazgo anterior en este espacio alternativo. Así, desde el otoño de 2021 -acto de Valencia- se abre una pugna por la primacía dirigente que, con el pleno apoyo gubernamental y mediático, va ganando Yolanda Díaz y su equipo, en el marco de la deslegitimación fáctica hacia Podemos.
En el proceso de formación de Sumar se muestra la incapacidad o falta de voluntad de articulación de un procedimiento para la representatividad de cada corriente interna
En el doble proceso de la formación de Sumar, de escucha ciudadana y de legitimación y refuerzo de su autonomía y su nuevo liderazgo respecto de Unidas Podemos, se muestra la incapacidad o la falta de voluntad para articular un procedimiento democrático o una articulación de la representatividad de cada corriente interna, con una orientación política consensuada. Es el fiasco de la Asamblea de Magariños en la primavera de 2023, en vísperas de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo.
Se impone el objetivo imperioso de consolidar un nuevo liderazgo con el desplazamiento del anterior núcleo dirigente, con una dinámica competitiva a nivel interno, al mismo tiempo que con un discurso externo más amable y una gestión institucional más posibilista o acomodaticia a la preponderancia socialista. Su valoración era que Podemos restaba más que sumaba y su papel debía reducirse al mínimo, recogiendo o trasvasando parte de su base social y de su militancia. Se cierra el diálogo interno y se abre la confrontación, en clara contraposición con la integración y la suma de todos los grupos en la pluralidad, mientras se reafirma la oferta dialogadora y el mecanismo de la negociación transversal en otros ámbitos políticos y con la patronal.
El resultado es una lucha fratricida penosa, que retrata la débil capacidad articuladora de esta representación de la nueva política y que, finalmente, se plasma en un menor apoyo electoral según los estudios demoscópicos, tal como hemos analizado antes.
Además, Movimiento Sumar, la agrupación política de Yolanda Díaz, decreta unilateralmente en su Asamblea fundacional en 2024 que es la fuerza hegemónica de todo el espacio de la coalición Sumar hasta adjudicarse el 70% de la dirección y el 30% al resto de partidos políticos. Es lo que ahora, tras el fiasco electoral de las europeas, así como por el descontento manifiesto y la propuesta reequilibradora de Izquierda Unida, entre otros, se pretende corregir, con mayor protagonismo de los partidos políticos. Pero se mantiene el fuerte liderazgo de la vicepresidenta segunda del Gobierno y su equipo, y su versión de la política útil y consensual y su desdén a Podemos.
El problema es que, con unos cambios de orientación política y liderazgo mínimos, Movimiento Sumar, como referente del conjunto, no aborda la cuestión de fondo: una orientación política más exigente, con una perspectiva integradora y unitaria de todo el espacio alternativo. Así, últimamente, se han hecho gestos críticos hacia el Partido Socialista por su rémora en algunas medidas básicas apalabradas, como la reducción de jornada laboral, o aceptan la coordinación de la Mesa de partidos. Pero esas modificaciones siguen siendo insuficientes para avanzar en la recuperación político-electoral ante dos hechos fundamentales: su credibilidad transformadora o de utilidad sustantiva para la gente, y su desconsideración hacia Podemos, que sigue siendo el elefante en la habitación, que se desprecia de cara a la perspectiva ineludible de un frente común para 2027. Veamos cómo se ha llegado hasta aquí y cuáles son los obstáculos políticos y corporativos para avanzar.
Respeto al pluralismo y colaboración en la izquierda alternativa
Se ha formado un marco orgánico y discursivo, dominante en los medios, poco respetuoso con el reconocimiento del pluralismo, debido a la prioridad política y orgánica de sustituir a Podemos como fuerza dirigente y de articular una nueva primacía organizativa de la mano de Sumar. Se justifica por el supuesto impacto positivo superior de una política más moderada, posibilista y colaboradora con el Partido Socialista. Es decir, de prioridad de la negociación -en posición subordinada- con el Partido Socialista y el diálogo tripartito con la patronal, expresado como nueva seña de identidad. Se desecha la confrontación con los poderosos y el ‘ruido’ por las discrepancias gubernamentales, que se les achacan a Podemos, con un perfil más transformador y crítico. Tratan de priorizar el aislamiento del calificado izquierdismo de la cúpula morada con sus supuestos errores estratégicos, haciendo recaer en ellos los motivos del (sobredimensionado) declive representativo en el 28 de mayo de 2023 y posterior. El camino hacia la colaboración con Podemos queda cerrado.
El camino hacia la colaboración con Podemos está cerrado
Permanecen en un segundo plano los rasgos comunes, no solo de sus bases sociales y puntos programáticos similares, sino también de decisiones políticas compartidas, como el aceptado apoyo a la investidura de Sánchez y al nuevo Gobierno de coalición, liderado por el Partido Socialista, y la articulación de un bloque democrático y plurinacional, tal como se expresa en la mayoría parlamentaria progresista frente a las derechas.
Esa dificultad unitaria se basa en el fundamento, insistente en el ámbito mediático y en la justificación de los representantes de Sumar, de que es prioritaria una estrategia moderada para ensanchar el electorado y poder hacer una política útil de reformas progresistas. Evidencia que ha quedado deslegitimada por el declive representativo y el bloqueo del ala socialista a reformas progresistas ambiciosas. Pero, sobre todo, esa estrategia posibilista aparecía como incompatible con la participación significativa de Podemos, sus líderes y su base social, que se aventuraba irrelevante, y a quienes había que dejar en una posición inoperativa y marginal. Se afianza un enfoque antipluralista, obstáculo principal para la cooperación unitaria y la recomposición del espacio.
El liderazgo de Sumar infravalora la articulación de una estrategia transformadora consensuada, con respeto y reconocimiento de todo el pluralismo existente, que permitiera concitar una mayor credibilidad transformadora y una capacidad democrática de convivencia y representación conjunta.
La apuesta por un movimiento ciudadano, al margen de los partidos políticos, junto con el hiperliderazgo de Yolanda Díaz, como máxima dirigente gubernamental y con gran apoyo mediático y político, no ha resultado ser más que un pretexto para no arbitrar una negociación y un sistema abierto y colaborativo de deliberación y decisión (primarias, proporcionalidad, órganos representativos y de coordinación…) de los grupos políticos participantes. Esa plataforma ciudadana como referente principal era un intento de legitimación del nuevo equipo dirigente frente al partido político dominante hasta entonces, Podemos.
El debate propuesto por IU y otros grupos, de arbitrar una Mesa de partidos ‘horizontal’, rebaja la pretensión de Movimiento Sumar de seguir siendo el referente principal de la coalición
El debate ahora, propuesto por Izquierda Unida y otros grupos, de arbitrar una Mesa de partidos ‘horizontal’, rebaja la pretensión de Movimiento Sumar de seguir siendo el referente principal de la coalición al hacer valer su posición institucional privilegiada. No obstante, el problema determinante desde sus inicios, y que volvería a surgir ahora al diseñar un frente amplio, es el papel de un Podemos que, dados los datos actuales de representatividad, desequilibraría al conjunto en un sentido más firme y crítico. En ese caso, cuestión impensable para Yolanda Díaz y su equipo, Movimiento Sumar estaría en minoría y más dependiente de Más Madrid y Catalunya en Comú, además de Izquierda Unida que pide mayor protagonismo.
Sólo, ante el vértigo de la pérdida de la mayoría parlamentaria de las fuerzas de progreso en el 23J, incluso a instancias del propio Partido Socialista, que veía peligrar la continuidad de un Gobierno de coalición progresista, cuestión repetible para 2027, así como por el descenso de las expectativas electorales de todo el conglomerado alternativo, la dirección de Sumar itió la unidad electoral con Podemos, que estaba en una débil situación. Éste exigió un respeto a su representatividad y su perfil político autónomo, aunque se le impusieron unas condiciones leoninas, reforzadas más tarde en la conformación del grupo parlamentario, lo que terminó por generar la salida de la formación morada del grupo parlamentario y afianzar una ruptura política y emocional.
Es la difícil y ambivalente experiencia que sigue impactando para reconfigurar la izquierda transformadora. Se trata de sacar lecciones con un mínimo de valoración compartida sobre los riesgos de la separación electoral y el sectarismo mutuo, y que necesita arbitrar el correspondiente reequilibro político y representativo de forma democrática y unitaria.
Si no se acierta sobre la salida de la encrucijada en 2027 y se produce la bifurcación completa de caminos, con una previsible derrota colectiva, se iniciará otro ciclo de recomposición de la izquierda alternativa y sus liderazgos. Ante esa experiencia, solo cabe una reflexión compartida, con una reorientación política negociada y una representación democrática y plural.