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¿Saben aquel de los tiempos en que la blasfemia era un delito".
Algo parecido es lo que parecía esperarse de Pedro Sánchez que dijera de sus discrepantes en momentos en los que tenía que buscarse incómodos compañeros de cama, alguno de los cuales le quitaba el sueño, para poder gobernar España. Para ello, tuvo que hacer un "gobierno Frankenstein", ¿recuerdan".
Pues bien, nos acabamos de enterar de que a Pedro Sánchez, esas discrepancias, no solo le molestaban sino que le jodían, y mucho. Lo hemos hecho al hacerse públicos unos WhatsApp en los que Sánchez no se mostraba partidario de las críticas a su gestión. Y hay quien ha sentido una gran decepción, como Susana Díaz, quien ha considerado "muy duro y jodido" ver escritas las críticas de Sánchez a aquellos compañeros discrepantes con la política de su secretario general y presidente de Gobierno.
Es curioso que García Page y Lambán hayan hecho declaraciones aparentemente más comprensivas con esos mensajes de Sánchez. Sobre todo Lambán, las relacionan con otras conversaciones directas en las que el tono era más contundente y se enmarcaban en unas diferencias políticas conocidas públicamente. En definitiva, parecen menos sorprendidos que su compañera andaluza.
Porque, al fin y al cabo, esos mensajes entre Pedro Sánchez y su hombre de confianza, por entonces, reflejan algo ya sobradamente conocido y digno de que el secretario general encargara a su secretario de organización que tratara de reducir los daños que estaban causando al PSOE. Independientemente de la libertad que tenían los discrepantes para decir que lo eran.
Poner la otra mejilla es algo muy cristiano pero que no está en el libro de estilo de ningún partido político
La democracia exige respetar a la minoría, pero no el fomentarla. Y la discrepancia debe ser aceptada, pero no necesariamente aplaudida para hacer una exhibición de tolerancia. Poner la otra mejilla es algo muy cristiano pero que no está en el libro de estilo de ningún partido político.
De ahí que el escándalo de los, ahora, conocidos correos WhatsApp, no sean más que cantos jeremiacos de quienes dicen extrañarse de tales relaciones entre compañeros de partido. Y, desde luego, munición contra El PSOE y Pedro Sánchez en particular.
Tampoco deberían de extrañar las lamentaciones a un filtrado interesado de información desde organismos públicos cuando, ese, parece ser no el pan nuestro de cada día, sino de cada hora. La libertad de prensa no deja de ser un estímulo para otras libertades como la de saltarse a la torera cualquier secreto de sumario y filtrar cualquier información contenida en ellos sin tener en cuenta el contexto en que se ha producido esa información. Así ha sido en el pasado, lo es ahora y lo será en el futuro. Por mucho que nos escandalicemos “ostentoreamente”.
Por eso, no será esta la última vez que, como ahora, volvamos a oír a aquel inefable capitán Renault de Casablanca, denunciar aquel "¡Qué escándalo, aquí se juega!".