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sábado. 24.05.2025
BIOPIC DE JORDI PUJOL

'Parenostre': la fallida del Reino

Parenostre retrata la caída de Pujol con osadía, pero sin la contundencia esperada.
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Aleix Sales | @Aleix_Sales

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Para la salud e higiene de un país es necesario que sus historias sean contadas a través de las artes, por muy sensible y controvertido que sea el pasaje. Y lo es todavía más si el hecho es relativamente reciente, con la mayoría de los implicados vivos y sin el caso cerrado, ya que se confía en el cine (y el audiovisual) como un complemento más para narrar el presente, nuestro contexto, sin miedo a ensuciarse las manos y meterlas de lleno en asuntos polémicos.

Por eso, es audaz la existencia de una película como esta que narre, con una perspectiva menor a una década, la caída de una de las figuras más representativas, por no decir la más influyente, de la política catalana del siglo XX. El descubrimiento en 2014 de los desvíos de fondos y las corruptelas orquestadas por Jordi Pujol y su familia revolvió sonoramente toda la sociedad catalana porque supuso la total debacle de la imagen y reputación de un personaje supuestamente ejemplar y respetado, figura de consenso para una gran mayoría de la ciudadanía, gracias a su defensa del catalanismo pero, a la vez, su actitud pactista con la que contentar a los poderes de Madrid, con las que logró equilibrar una balanza entre el progreso de Catalunya y su identidad mientras que, paralelamente, mantenía calmados los ánimos de emancipación del estado español. Para muestra del beneplácito mayoritario con el que gozaba, Pujol fue elegido “Español del año” por el diario ABC en 1985. Este cataclismo político que supuso la revelación, percibido como una traición a un país, tarde o temprano bien merecía un tratamiento desde los dispositivos de ficción.

Manuel Huerga regresa a la recreación histórica en la gran pantalla después de la modélica Salvador (Puig Antich) (2006) y tras varios proyectos de corte histórico o documental para la televisión, asociándose con el periodista, historiador y escritor Toni Soler, curtido en la sátira política y de actualidad en TV3 con programas como Polònia y Està ant. Ambos se agarran a códigos que ya emplearon en otras revisiones históricas como 14 d’abril. Macià contra Companys (2011), -en Parenostre despojándose del formato de falso documental, aunque dejando espacio para una rotura de la cuarta pared al final-, demostrando sus ganas de jugar y deformar ligeramente las convenciones del género, con la intención de crear un producto que aúna entretenimiento e interés informativo.

Parenostre se encuentra con un problema de tono que empaña toda la película y resta contundencia a sus loables pretensiones

No obstante, tal vez debido a la complejidad del tema, o a los bagajes irónicos de su guionista, Parenostre se encuentra con un problema de tono que empaña toda la película y resta contundencia a sus loables pretensiones. Por un lado, tenemos un tono oscuro y grave alrededor del patriarca Jordi Pujol, interpretado sólidamente y con magnetismo por Josep Maria Pou -acentuando esa distorsión de la realidad eligiendo a una torre como él para encarnar a un hombre con una estatura 30 centímetros menos-, que ancla el film en la onda que debería haber imperado en el conjunto. Pero, por el otro, hay satélites que giran alrededor que operan en otra tonalidad, más sarcástica, que colisionan con el primer clima y lo resienten. Un ejemplo claro está en la casi esperpéntica aparición de la Victoria Álvarez, amante de Jordi Pujol Ferrusola y pieza esencial en la filtración del escándalo, encarnada por Silvia Abril. Los elementos de sátira y humor, que a Toni Soler se le dan muy bien, en esta ocasión incordian la solemnidad y tensión de la trama, aguando tanto los componentes trágicos/dramáticos como los endebles apuntes cómicos. Porque, aunque impera la seriedad, las pinceladas de gracia no resultan especialmente refinadas -hay momentos entre Pujol y su esposa, Marta Ferrusola, que parecen sacados de Escenas de matrimonio-, y en su sucinta duración de 90 minutos, restan empaque al quid de una potentísima y complejísima historia que, sin ningún atisbo de duda, da para un contenido mucho más extenso.

En su concisión, Parenostre supone un primer dibujo del caso y, también, del trasfondo de un hombre que, mientras entregaba su vida a (re)construir un país, paulatinamente dejaba descomponer (y pudrir) su otra gran construcción: su familia. Pero el retrato, a causa del poco tiempo de desarrollo, resulta superficial, particularmente cuando se adentra en el relato de su pasado mediante unos flashbacks de brocha gorda tremendamente subrayados. También le afecta unas decisiones estéticas no del todo bien ejecutadas -la producción virtual de los exteriores salta a la vista y expulsa de la narración, llegando incluso a ser visualmente pobre en distintos momentos-, o el desfile de caras conocidas, algunas de ellas siendo más distractivas que orgánicamente enmarcadas en la obra. Aunque, además del mencionado Pou, hay algunos intérpretes que se lucen como Antonio Dechent como comisario Villarejo.

Parenostre es una de las primeras piedras en la construcción del corpus audiovisual de un personaje tan fascinante y discutible como el que toma como objeto, estimable para la salud del país y la rotura con los corsés del mirar de frente a los errores y delitos de los altos mandos. Por esto, es de celebrar su presencia, a pesar de devenir una propuesta fallida por no decantarse fuertemente ni por una acentuada diatriba burlesca, ni por un robusto thriller político de alta tensión como fue El Reino de Rodrigo Sorogoyen, referente vigoroso y con nervio que, sin duda, deberían haber abrazado fuertemente para llegar al cielo.

'Parenostre': la fallida del Reino