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Laura Ayar |

Deliciosa película, que se estrenará en junio, la que tuvimos ocasión de ver el pasado martes en el IF de Madrid a mil colores. A colores porque su protagonista, Juliette (la cantante y actriz sa Izïa) se encuentra en un punto de inflexión en su vida con varias tonalidades y decide regresar a casa de su padre para pasar unos días encontrándose a sí misma. Buen trabajo, a veces debemos parar o dejar de lado nuestro loco mundo que no lleva a ninguna parte para decidir quiénes somos y hacia dónde vamos.
Juliette
Juliette es soñadora (que por algo es ilustradora de historias infantiles) y está viviendo una depresión que le afecta física (ha dejado de tener la regla) a la par que mentalmente. En la escena que abre el filme la vemos llegando a su destino dispuesta a reencontrarse con su pasado de forma que le ayude a afrontar su presente y reencaminar su futuro.
La familia de Juliette
El tema no es nuevo pero sí el enfoque: cada familia es única y cuenta con sus peculiaridades, y la de Juliette tiene lo suyo. Su hermana, interpretada por la actriz Sophie Guillemin, es algo más alocada, pues aunque cuenta con una familia establecida con marido (Eric Caravaca) e hijos está viviendo una aventura de lo más refrescante con alguien muy divertido que se presenta siempre en el invernadero de una guisa diferente.
Su padre (Jean Pierre Darroussin) que se encuentra aún desplazado por el abandono de su mujer y por unas hijas independizadas cada una haciendo su propia vida, resuena de nuevo ante la música para sus oídos que supone la visita de su hija más joven apareciendo por una puerta que se encontraba algo vacía y que ella llena de repente.
Por fin, su abuela (Liliane Rovère), enviada a una residencia para agilizar la carga familiar y que revive y se emociona con sus nuevas posibilidades de amigos y relaciones.
Cada uno tiene su esencia y hay momentos clave con cada uno de ellos; nuestro favorito, empero, la escena que muestra la foto, la emergente relación con el inquilino del recién alquilado piso que su abuela dejó para marchar a la residencia (genial Salif Cissé que interpreta a Pollux). Juliette es toda amor y el pollito que adoptan juntos en uno de sus paseos-cita así lo prueba.
Muho más que una fábula
Y es que las fábulas son de color rosa en demasía. Y como la vida no siempre lo es, ahí está la escena que acabará con la muerte del pollito por el descuido de una noche. Metáfora brillante de las consecuencias de un momento en que las cosas no son como deseamos y nos vamos a lo sencillo (que no siempre coincide con la mejor opción). Lo sencillo en este caso es irse al bar de costumbre por parte de Pollux a rumiar una pena tan sólo porque no fue correspondido a tiempo por una Juliette de la que se está poco a poco enamorando. Pero Juliette está ocupada con los numerosos asuntos familiares (se descubre la infidelidad de su hermana, pierden de vista a su abuela en la residencia por un instante…) y necesita tiempo para crecer y superar sus propios miedos. Tan real como la vida él acaba con alguien que conoce porque tan sólo se encontraba despechado. La cinta resuelve muy bien este momento sin necesidad de escenas ni explicaciones, tan sólo un argumento que se va desarrollando y que lleva a un crescendo óptimo, con resolución de cada intrahistoria a su debido tiempo y hasta con final abierto bastante feliz. Redondo.