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sábado. 24.05.2025
TRIBUNA DE OPINIÓN

Cuando la antipolítica se nutre de majaderías

EFE/ Chema Moya
EFE/ Chema Moya

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Recuerdo que Forges, una vez, le hacía decir a uno de sus personajes: “No me gusta la política… ésta” lo que significaba, no la declaración de un apolítico, sino la crítica de alguien comprometido con unas ideas sobre la situación de aquel momento. Claro que, para eso, hace falta cierta inteligencia y no todo el mundo goza de una cualidad así. La mayoría, según una conocida exageración de Antonio Machado, embisten.

Pero, no todos se hacen responsables, como hacía Machado, de sus afirmaciones. Por timidez, vergüenza, o simple cobardía, hay autores de frases famosas que nunca llegan a ser conocidos con lo que la historia pierde la ocasión de situar en el sitio que le corresponde a quien suelta alguna parida, especialmente en las conocidas y nunca suficientemente ponderadas, redes sociales. Una de las que, a pesar de su reciente aparición, lleva ya contabilizadas un trillón de apariciones en toda clase de formatos es el SOLO EL PUEBLO SALVA AL PUEBLO” (ruego al departamento de edición que lo ponga en mayúsculas, negrita, cursiva y subrayado para destacarlo convenientemente y, para el lector también tengo un ruego y es que lo lea imaginándose que suenan fanfarrias y tambores de homenaje). Menuda majadería.

No sé si esta frase es uno de los efectos perniciosos de la última DANA, pero se ha hecho ciertamente famosa con ella

No sé si esta frase es uno de los efectos perniciosos de la última DANA, pero se ha hecho ciertamente famosa con ella. Seguramente, ya que, como la estulticia es tan antigua como el ser humano, se habrá empleado mucho antes. Pero, la injusticia del desconocimiento de estas autorías, nos impide el reconocimiento de esa aportación a las ciencias sociales. El caso, es que, la llegada de los primeros voluntarios con un cubo y una escoba a los pueblos asolados por la tragedia, dio pábulo a que, esa máxima (que me debería referirme a ella como mínima), se extendiera por las redes, noticiarios y toda clase de medios escritos, hablados y vistos con la velocidad de la pólvora. 

La solidaridad de unos seres humanos con otros es algo que debemos agradecer que aparezca en los momentos en que más se necesita porque, además de servir de ayuda para reducir los efectos de la tragedia, reconforta al que padece esos efectos. Son momentos en los que la verdadera aristocracia se pone de manifiesto: son los mejores los que se ponen en marcha para proporcionar esa ayuda solidaria.

Pero, el valor de la solidaridad de los voluntarios no debería reducirse por la exageración de su importancia ya que sabemos, desde incluso antes de que nos lo dijera Talleyrand que todo lo exagerado es insignificante. En realidad, esa frasecita de la soledad del pueblo ante la tragedia, al ser empleada por los enemigos de la política, trata de arrastrar a gente que ha acudido a socorrer, con ese único objetivo, el de ayudar, a convertirlas en prueba palpable, y falsa, de la inexistencia de la ayuda colectiva a través de los medios públicos. O sea, de la inexistencia de la política que organiza esos medios públicos. 

En el momento de escribir estas líneas, se tiene conocimiento de la presencia en la zona afectada de 8.500 de las fuerzas armadas, con 12 helicópteros, 30 drones, 36 ambulancias y más de 1.900 vehículos de todo tipo, además de 20 embarcaciones incluido un buque de la armada. A ello, y entre otros muchos medios médicos, etc., hay que sumar más de 9.000 efectivos de policía y guardia civil con otros 10 helicópteros, 85 drones, más de 1.600 vehículos y otras 10 embarcaciones. Todo eso, según datos que se han hecho públicos y que no significan, más allá de su efectividad e, incluso, de su posible insuficiencia, de que no solo los voluntarios han ayudado a las víctimas de esa atrocidad, por mucho que llegaran desde los primeros momentos a ayudar, hay que imaginarlo, a los propios servicios municipales de los municipios afectados.

La demanda de los servicios públicos demuestra su existencia y niega que solo el pueblo tenga que ser autosuficiente

Es sabido que, en tragedias que podríamos denominar como cotidianas, incendios y accidentes de todo tipo, los servicios correspondientes de bomberos o ambulancias siempre llegan tarde a ojos de las personas afectadas. Máxime en un caso como el que han vivido muchos pueblos de la Comunidad Valenciana, con las dificultades de en un primer momento, esa presencia de los servicios públicos pudo echarse en falta, incluso en momentos anteriores por el retraso en anunciar lo que parecía que iba a ocurrir. Tiempo habrá para que las investigaciones políticas, e incluso judiciales, determinen responsabilidades, si las hubiera. Pero, precisamente, la demanda de esos servicios públicos demuestra su existencia y niega que solo el pueblo tenga que ser autosuficiente para resolver sus problemas.

Pero, no nos engañemos, Bakunin no ha resucitado para declarar el anarquismo colectivista. Los que se aprovechan de ese grito reivindicativo para negar la política, no propugnan la igualdad de los sexos, la abolición de las clases sociales ni, mucho menos, la propiedad común de la riqueza. Ni siquiera, aunque digamos que son antipolíticos, reniegan de la política. Lo que hacen es pescar en el lodo para propiciar que gobiernen los suyos. Podríamos decir que lo que hacen es continuar la política por otros medios. Porque, como ya no parece posible la guerra, civil, tratan de convencer a cuanta más gente mejor de que los políticos que hemos elegido democráticamente son nuestros enemigos.

Y, para eso, y menos mal porque si fueran más inteligentes serían más peligrosos, no les importa decir tonterías con pretensiones de dogma. Pero, sí, el pueblo se puede salvar por sí mismo de tanto falso apolítico. Tiene la democracia para hacerlo.

Cuando la antipolítica se nutre de majaderías