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En un partido político de cuyo nombre no quiero acordarme, ha habido siempre expertos en crisis.
Recordemos a Manuel Fraga Iribarne que, antes de fundar ese partido, había sido ministro del Interior. Como tal, tuvo que enfrentarse a una huelga general en el País Vasco en enero de 1976. Para ello, a la policía, a su cargo, no se le ocurrió mejor solución que reducir, a tiros, el número de huelguistas en Vitoria matando a 5 e hiriendo a más de 150.
También Manuel Sancho Rof, tenía un buen currículo antes de militar en ese partido del que usted me habla. Cuando, militando en UCD, era ministro de Sanidad, achacó el envenenamiento masivo de la población española por el consumo de un aceite de colza que, su istración, no pudo controlar, a un hecho singular. Estamos en 1981 y explicó la muerte de más de 4.800 personas hablando de un "bichito del que conocemos el nombre y el primer apellido. Nos falta el segundo. Es tan pequeño que, si se cae de la mesa, se mata". Eso le valió pasar a la historia.
Mariano Rajoy, este ya con la insignia de una gaviota en la solapa, era vicepresidente del Gobierno de Aznar cuando, en noviembre de 2002, el petrolero Prestige esparció sus 77.000 toneladas de petróleo frente a las costas gallegas. Parece que ese reparto de contaminación estuvo motivado por la decisión de su colega Francisco Álvarez Cascos, ministro de Fomento, de mover el barco, ya averiado, mandándolo "al quinto pino". La consecuencia fue explicada por Rajoy con aquel famoso "se trata de unos hilillos de plastilina de estiramiento vertical". No hubo muertos pero, además del cachondeo generalizado, hubo la mayor contaminación de la costa gallega de la que tardó mucho tiempo en recuperarse.
Rajoy parecía tener la negra ya que, poco después, en 2004, y siendo candidato a la presidencia del Gobierno por ese partido, tuvo que enfrentarse a la crisis nacional motivada por el asesinato de 192 españoles en varias estaciones ferroviarias madrileñas. No tuvo, obviamente, nada que ver con esas bombas, pero sí con la explicación que dio su gobierno y, concretamente, su presidente José María Aznar. Mintieron soberanamente al pueblo español achacando esas bombas a ETA contra todas las evidencias que apuntaban al terrorismo yihadista. Y, naturalmente, cerraron políticamente la crisis perdiendo las elecciones generales a los pocos días.
Pero, un año antes, en 2003, otro militante de ese partido, Federico Trillo, era ministro de Defensa, y colega de Rajoy, cuando el Yacovlev A42, se estrelló en Turquía con 75 personas, militares y civiles, que se dejaron la vida. No tenía, después del fatal accidente, que hacer nada más que repatriar a España los restos humanos. La forma de resolver esa crisis fue dar la orden de "embalar" cuanto antes dichos restos independientemente de su identificación mostrando, con ello, una absoluta falta de respeto con los muertos y sus familias.
Pero, como la crisis bien entendida empieza por uno mismo, una última crisis echó a Mariano Rajoy del Gobierno de España. Fue en 2018 cuando la Audiencia Nacional sentenció que ese partido había montado "un sistema genuino y efectivo de corrupción institucional a través de la manipulación de la contratación pública central, autonómica y local". O sea, que se lo llevaban crudo.
Lo de la DANA ha sido recientemente famoso por la magnitud de una tragedia que causó 228 muertos. Por ello, no es preciso insistir más en ello. No digan DANA, digan Mazón.
Así pues, ese partido, como se puede ver, tiene auténtica experiencia en crisis. No tanto en provocarlas, excepto en lo de la corrupción, como en reaccionar ante ellas.
Pues bien, anda ese partido criticando la respuesta del gobierno de Sánchez a la crisis del apagón. Siendo pronto, todavía, para acusar a Sánchez de provocar, por acción o por omisión, la pérdida de esos 16.000 Mw que desaparecieron en el tiempo récord de 5 segundos, las críticas se centran, de momento en su reacción posterior. Falta de información, declaraciones tardías, aunque etéreas y no haberse hecho cargo de la máxima responsabilidad antes de que se lo pidiera nadie, son los cargos que ese partido imputa al gobierno.
Cuando ocurre algo como lo que ha sucedido el pasado 28 de abril en España, y en Portugal, es lógico que cualquiera pueda reclamar al Gobierno de España, desde morirse por falta de oxígeno hasta tener que tomarse un gin tonic sin hielo. Y, sobre todo, que se dé, en cuanto se sepa, una explicación pormenorizada de las causas del apagón y de las soluciones previstas para el futuro. Además, de las responsabilidades exigidas a los responsables del mismo. Cualquiera, como digo, está legitimado para exigir eso, hasta los más expertos en situaciones de crisis. Yo, incluso, diría que, sobre todo, estos. Porque, precisamente, son los más expertos. De hecho, yo los incluiría como indispensables en cualquier investigación, técnica, política o, como diría el gran maestro Chiquito, diodenal, que se organice para indagar qué diablos ha pasado.
Es preciso saber con quién comió Pedro Sánchez ese día, y más si era una periodista su acompañante en la comida. A qué hora llegó a la reunión donde se estaba organizando la respuesta a la crisis. Cuanto tiempo transcurrió desde que se produjo el hecho hasta que hizo la primera comparecencia pública. Y, cuantas versiones ha dado sobre el tema.
Independientemente de saber lo que, en realidad, haya pasado, todo eso debe quedar claro. Y, ¿quién mejor puede comparar las respuestas a esas preguntas que ese partido que anda presumiendo entre sus correligionarios europeos de cómo se gestiona una crisis?