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En el inagotable teatro de la política hay quienes tienen principios, quienes tienen intereses y quienes, como Carlos Mazón, han demostrado que la coherencia es un lujo prescindible cuando lo que está en juego no es solo un sillón presidencial sino una paguita casi vitalicia si se consuma la legislatura completa.
Mazón, que en sus inicios intentó disfrazarse como un sensato líder de centro conservador, ha terminado abrazando la extrema derecha con la misma pasión que un tertuliano facha en horario de máxima audiencia. Su reciente pacto con Vox, más desesperado que estratégico, le garantiza cierta estabilidad a cambio de aceptar (tragarse) un lote completo consistente en institucionalizar la xenofobia, oficializar el negacionismo de la violencia de género, y declarar un ataque abierto contra la lengua valenciana.
Hoy es Mazón quien cree tener el control, pero cuando uno juega con la extrema derecha, tarde o temprano acaba siendo devorado por su propio monstruo
Con su avenimiento con los ultras, el presidente de la Generalitat Valenciana ha permitido que sean los ultras quienes marquen su agenda y, lo que es peor, con propuestas que harían sonrojar a cualquier demócrata con un mínimo de dignidad. Así, en el nuevo universo paralelo donde se ha instalado Mazón, y por poner sólo dos ejemplos, los inmigrantes pasan a ser unos chivos expiatorios perfectos para justificar cualquier mal social que un español de bien pueda imaginar, y el idioma valenciano se convierte de pronto en un artificio separatista que amenaza la unidad de España y por tanto debe erradicarse de las aulas y también de la istración.
Siguiendo esta misma lógica, como consecuencia del pacto los derechos y las libertades conquistadas en las últimas décadas se convierten, por obra y gracia de Vox, en molestos vestigios de un progresismo desbocado que conviene erradicar. Un ejemplo premonitor lo encontramos en que, ya antes del pacto y bajo el mandato de Mazón, la violencia de género se ha ido reduciendo a una mera “violencia intrafamiliar”, en un intento burdo de diluir una realidad incómoda para quienes, sin vergüenza, niegan lo evidente. ¿Será lo próximo que impongan a Mazón declarar que la Tierra es plana o que los derechos humanos son una moda pasajera promovida por la izquierda?
Como bien demuestra la historia, los pactos de conveniencia entre demócratas (presuntos) y fachas suelen acabar en tragedia. Hoy es Mazón quien cree tener el control, pero cuando uno juega con la extrema derecha, tarde o temprano acaba siendo devorado por su propio monstruo. Si no, que se lo pregunten a otros líderes conservadores que se creyeron capacitados para domesticar a la bestia y acabaron convirtiéndose en su plato principal.
Sea como fuere, el caso es que mientras evolucionen los acontecimientos, la Comunidad Valenciana avanzará con paso firme aunque, eso sí, en una dirección equivocada que apunta hacia el pasado.