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Celín Cebrián | @celincebrianvaliente
Val Edward Kilmer nació el 31 de diciembre de 1959 en Los Ángeles y creció en el barrio de Chatsworth, en el extremo noroeste de la ciudad, en una familia de clase media. Sus padre, Eugene, de ascendencia alemana, irlandesa y cheroqui, era promotor inmobiliario. Su madre, con raíces suecas, Gladys Ekstadt, se dedicaba a la familia. Ambos eran científicos cristianos, un movimiento al que el actor se adhirió desde muy joven y para toda su vida. Se divorciaron cuando él tenía 9 años. Su hermano menor, Wesley, se ahogó en una piscina e 1977, un suceso que le atormentó durante años.
El acto murió este martes a los 65 años a causa de una neumonía, según ha confirmado su hija Mercedes. En el año 2014 se le diagnosticó un cáncer de garganta.
Cuando tenía la edad de 17 años, fue el alumno más joven en matricularse en la Julliard School de Nueva York, que, en aquel momento, era uno de los conservatorios de arte dramático más prestigiosos del mundo. En Julliard, él y varios compañeros de clase escribieron e interpretaron How It Att Began, una adaptación de la autobiografía del guerrillero urbano de la Alemania Oriental Michael Baumann. Y en 1981, tras graduarse, participó en una producción profesional de esta obra en el Public Theater. Dos años después, debutó en Broadway con The Slab Boys, un drama de John Byrne sobre las jóvenes trabajadoras de una fábrica de alfombras escocesas, en la que participaron Sean Penn y Kevin Bacon. Posteriormente, en 1988, interpretó a Hamlet en el Festival de Shakespeare de Colorado en Boulder, además de ser también el protagonista masculino, Giovanni, junto a Jeanne Tripplehorn, en la tragedia Tis Pity She´s a Whore, dirigida por JoAnne Akalaitis. Corría el año 1992.

Se dio a conocer en comedias como Top Secret (1984) y Real Genius (1985), antes de consolidarse como actor en el papel de Iceman, en la película Top Gun (1986), de Tony Scott, un drama de aventuras cargado de testosterona, en el que plantaba cara a Tom Cruise con toda frialdad. Una película de gran presupuesto sobre unos pilotos de caza de la Marina en entrenamiento, en el que Kilmer era el rival de Tom Cruise, la estrella, con quien también hizo la secuela del 2022: Top Gun: Maverick. Tras protagonizar el thriller policíaco Kill Me Again y Willow junto a la actriz Joanne Whaley, en 1988 se casó con ella. Tuvieron dos hijos, Mercedes y Jack. Se divorciaron 8 años después. Vivía en un rancho cerca de Santa Fe y últimamente se había planteado presentarse a gobernador de Nuevo México. Pero lo suyo nunca fue el poder. Era alto, atractivo, y con aires de una estrella del rock. Le encantaba el teatro y dedicó gran parte de su vida a actuar ante las cámaras y frente al público hasta que se quedó sin voz. El mismo que le escribió unos cuantos poemas a Michelle Pfeiffer en sus inicios y al que muchos compañeros han aplaudido por la entrega y la dedicación. Le gustaba preparar sus personajes de forma meticulosa. Tanto que para interpretar a Jim Morrison se pasó un año entero vistiendo como él, además de frecuentar asiduamente al cantante.

En 1991, su papel interpretando al cantante Jim Morrison, icono de la sensualidad psicodélica, fue memorable. En The Doors, del director Oliver Stone, hizo una interpretación exacta. Kilmer tuvo también un papel destacado en Thunderheart (1992), interpretando a un agente inexperto del FBI que investiga un asesinato en una reserva indígena de Dakota del Sur. En 1993 llegó el rodaje de Ture Romance, una violenta película de aventuras sobre drogas, escrita por Quentin Tarantino y dirigida por Tony Scott. Y ese mismo año, también se metió en la piel de Doc Holliday, el pistolero urbano y despilfarrador de Tombstone (1993), un western sangriento, junto a Kurt Russel, Sam Eliott y Bill Paxton.
Se ha ido algo más que un actor; se ha ido una manera de habitar los personajes sin explicarlos del todo, simplemente sosteniendo el plano, como haría todo rebelde
Se ha ido algo más que un actor; se ha ido una manera de habitar los personajes sin explicarlos del todo, simplemente sosteniendo el plano, como haría todo rebelde. Kilmer era uno de esos actores inagotables y muy singular en un tiempo lleno de productos. Y se explicaba con sus silencios, con sus huidas… A veces huía hasta de la propia industria. Quería ser libre y lo era. Incluso cuando le tocó vestirse de Batman supo en seguida que aquello no iba con él. Y optó no continuar con esa producción de la Warner y seguir su camino. Como dijo Oliver Stone “la mayoría de los actores reconocen que Val tiene algo diferente”. David Mamet, el dramaturgo y guionista que dirigió a Kilmer en el thriller político Spartan (2004), dijo: ―”Tiene algo que los grandes actores tienen: hace que todo parezca improvisado”. Su talento y su esquiva personalidad lo convirtieron en ocasiones en un actor secundario con un alto perfil.

En 1995 aceptó el papel principal de Batman Forever, película en la que luchó en Gotham City contra Dos Caras (Tommy Lee Jones) y el Acertijo (Jim Carrey). A continuación formó parte de una banda de ladrones en Heat (1995), con un reparto estelar que incluía a Robert de Niro como cerebro del robo y Al Pacino como el policía que los persigue. En 1996 hizo La isla del Dr. Moreau, una película de terror basada en una novela de H.G.Wells y El fantasma y la oscuridad, un filme de época sobre la caza de leones ambientado en el África de finales del siglo XIX, junto a Michael Douglas.
En España, su figura adquirió un cierto culto cuando protagonizó El Santo (1997)
En España, su figura adquirió un cierto culto cuando protagonizó El Santo (1997), una película que fue recibida con entusiasmo, dándole carisma al ladrón romántico Simon Templar. En 1998 rodó El príncipe de Egipto, donde le puso voz a Moisés. En Sigtes lo veneraban. En San Sebastián, lo perseguían. Y en el 2000 llegó Pollock, protagonizada por Ed Harris como el pintor Jackson Pollock, mientras que Van kilmer le daba vida al pintor Willem de Kooning. Más tarde, en el 2003, encarnó a la estrella del cine porno, John Holmes, en Wonderland y un año después rodó Alejandro Magno, la grandiosa epopeya dirigida por Oliver Stone en la que interpretaba a Filipo de Macedonia. En el 2004 participó en el thriller político Spartan.
Lo cierto es que Val Kilmer era carismático y no dejaba que sus personajes revelaran sus emociones. Se ganó la reputación de hosco y egocéntrico Un artículo en Entertainment Weekly de 1996, titulaba en su portada. “El hombre que Hollywood ama odiar”. Stone dijo que “ofendía a la gente por ser difícil de entender”. Con Robert Downey Jr., con quien protagonizó en 2005 Kiss Bang Bang, tuvo sus más y sus menos, aunque con el tiempo se hicieron grandes amigos. Tenía desparpajo, cantaba, bailaba…, y se reía de todo sin perder la compostura. A veces, le ponía tanto ahínco a las cosas, que resulta obsesivo. Es lo que le sucedió con el papel de Jim Morrison, como ya he dicho: costaba distinguirlo del verdadero Morrison. Y es que Kilmer, no conquistaba los papeles los habitaba. Su química, su frialdad.., el cuidado para no encasillarse…
En 2011 intervino en Twixt, dirigida por Francis Ford Coppola, sobre un escritor de terror cuya gira de promoción de libros lo lleva a un pueblo atormentado por el asesinato de unos niños.

Val kilmer, al igual que su compañero el actor Hal Holbrook, sentía una gran iración por Mark Twain, y dedicó muchos años a investigar y escribir una obra unipersonal, Ciudadano Twain, que comenzó a representar en el 2010 por todo el país. También apareció como Twain en una adaptación cinematográfica de 2014 sobre la obra del escritor. Pero en el 2014 llegó la enfermedad. Lo operaron, lo intubaron…, y su voz se apagó. Pero él no. Fue en 2021 cuando filmó Val, un documental autobiográfico armado con décadas de grabaciones. Una joya en la que su hijo le prestaba la voz que él ya no podía usar.
Durante años preparó un monólogo sobre Mark Twain con la misma pasión con las que otros montan una ópera. Escribió, pintó.. Y un día decidió desaparecer. Si bien, todos lo vemos: su risa, su electricidad, su energía… Quería pasar más tiempo con sus hijos, pero una neumonía se lo impidió. Nunca se arrepintió de nada.