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sábado. 24.05.2025
CINE

Sorda: un estadio más avanzado del cine inclusivo

La puesta en escena de Eva Libertad se inscribe en el cine naturalista y directo de los últimos años.
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Fotograma de la película. (Imagen: Filmaffinity).

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Aleix Sales | @Aleix_Sales

La representación de la diversidad, aún con toda su buena intención de poner el foco en las dificultades que pueden acarrear los colectivos en su día a día, puede ser un arma de doble filo, ya que siempre se corre el riesgo de caer en una condescendencia y simplificar a sus personajes. No es el caso de Sorda, ya que su directora y guionista, Eva Libertad, conoce el tema en profundidad al haber convivido desde pequeña con una hermana con discapacidad auditiva, la misma Miriam Garlo que protagoniza su obra.

Eva Libertad baja todavía más a la tierra el personaje presentándolo de una forma totalmente humana, llena de contradicciones

Partiendo del cortometraje homónimo que rodaron ambas hermanas en 2021, Sorda amplía las bases asentadas en aquella cinta como son la relación de pareja entre una sorda y un oyente, así como las dudas frente a la maternidad, y abre el campo en múltiples direcciones aportando una dimensión mayor a la realidad de su protagonista. La película se diferencia de otras representaciones más convencionales de dicha característica en el hecho de que la sordera se encuentra bien integrada en la cotidianeidad de sus protagonistas. Es decir, no nos encontramos ante la primera toma de o de los personajes -y el lidiar inicial con la problemática-, como bien podría ser Hijos de un dios menor (Randa Haines, 1986), u otros acercamientos donde la sordera era todavía percibida como algo “exótico”; así como perspectivas de asunción de la discapacidad como Sound of metal (Darius Marder, 2020). También trasciende la lectura amable y feel-good de La familia Bélier (Éric Lartigau, 2014) y su remake oscarizado CODA: Los sonidos del silencio (Siân Heder, 2021), al poseer una protagonista redonda que, entre sus virtudes, brotan distintos defectos, entre ellos permitirse ser egoísta, envidiosa o desagradable en más de una ocasión. Es decir, Libertad baja todavía más a la tierra el personaje presentándolo de una forma totalmente humana, llena de contradicciones. Y aquí está el acierto de su sorda, en integrar perfectamente este rasgo y, que de aquí, fluyan otras subtramas absolutamente corrientes.

Miriam Garlo es el cuerpo que canaliza los miedos, inseguridades e ilusiones de Ángela frente a la maternidad y al nuevo contexto con su pareja, en una interpretación donde la gestualidad es crucial y ella logra incorporarla con la medida adecuada. A su lado está Héctor, un personaje que, en la lógica que propone Libertad, ya ha superado varias etapas y clichés propios del subgénero y, como el film, convive serenamente con la sordera de Ángela. Pero, astutamente, sobre un personaje tan adorable asoma el reverso más cuestionable del síndrome del “salvador blanco”, poniendo otro debate sobre la mesa sobre si la mirada del oyente hacia su pareja es franca y equitativa o si, en verdad, es compasiva y superior. Un comedido y entregado Álvaro Cervantes, que aprendió a signar para la ocasión, es el complemento ideal para Garlo, creando una química verosímil que, paulatinamente, se va reconfigurando, ofreciendo ambos un par de actuaciones que de bien seguro figurarán en la carrera de premios del año.

La puesta en escena de Eva Libertad se inscribe en el cine naturalista y directo de los últimos años

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La puesta en escena de Eva Libertad se inscribe en el cine naturalista y directo de los últimos años, pero en su tramo final, para reforzar la crisis de Ángela, ofrece auditivamente un punto de vista más en primera persona de su protagonista y distorsiona el sonido para doblarlo hasta las ondas sonoras que percibe, tratando de identificar sensorialmente al espectador con ella. Si bien el campo que tiene Sorda por recorrer es ancho y podría haber abarcado más, la película tiene muy claro por donde quiere pasar y consigue con creces conectar con el espectador y abrirle una ventana desde la que observar, cercanamente y evitando toda clase de aleccionamiento, el choque de la llegada de una hija en el seno de una pareja y la violencia social que sufren las personas sordas, muchas veces imperceptible por lo arraigada que está en actos rutinarios y convenciones sociales. Cine inclusivo, en el mejor de los  sentidos de la palabra.

Sorda: un estadio más avanzado del cine inclusivo