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viernes. 06.06.2025
HISTORIA PARA HOY

La Guerra de los Seis Días de 1967 y sus consecuencias

La Guerra de los Seis Días cambió el panorama geoestratégico de Oriente Medio y cuyas consecuencias se mantienen hasta la actualidad.
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Tanques israelíes avanzando en el desierto del Sinaí en 1967.

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Entre el 5 y el 10 de junio de 1967 tuvo lugar la llamada Guerra de los Seis Días, una victoria aplastante de Israel frente a los países árabes vecinos, la cual cambió el panorama geoestratégico de Oriente Medio y cuyas consecuencias se mantienen hasta la actualidad.

En un creciente ambiente de hostilidad hacia en joven Estado de Israel, la amenaza militar alentada por los países árabes que lo rodeaban, generó un profundo temor en la sociedad israelí. A ello contribuyeron las incendiarias proclamas de determinados líderes árabes como fue el caso de Abdul Rahman Mohammed Ajej, el entonces presidente de Irak, al afirmar que “Nuestro objetivo es claro: barreremos del mapa a Israel. Con la ayuda de Dios, nos encontraremos en Tel Aviv y Haifa”. Por su parte, el líder palestino Ahmed Al-Shuqayri, no dudó en afirmar que “Destruiremos a Israel y a sus habitantes, y en cuanto a los supervivientes, si los hay, ya están listos los barcos para deportarlos”.

La Guerra de los Seis Días cambió el panorama geoestratégico de Oriente Medio y cuyas consecuencias se mantienen hasta la actualidad.

Así las cosas, Israel lanzó un ataque preventivo, contundente y eficaz, que ha pasado a la historia como “La Guerra de los Seis Días”. Ciertamente, como señala el historiador Tony Judt en su libro Sobre el olvidado siglo XX, esta fulminante acción militar fue una continuación de la llamada Guerra de Independencia de Israel de 1948 y su posterior armisticio, tras el cual “ninguna de las partes de aquel conflicto quedó satisfecha con el resultado”. De hecho, la siguiente guerra del Canal de Suez de 1956, fue el antecedente del estallido bélico del verano de 1967 y, en aquella ocasión, Israel contó con la colaboración militar efectivo de Francia y del Reino Unido.

Desarrollo de la guerra

Llegados a 1967, ante las presiones del presidente egipcio Nasser, las tropas de la ONU se retiraron de Gaza y del Sinaí, ocasión que aprovechó Egipto para bloquear el estrecho de Tirán, hecho éste que fue considerado como un “casus belli” por parte de Israel.

Iniciada la guerra el 5 de junio de 1967, ese mismo día Israel logró la total destrucción de la fuerza aérea de Egipto (286 aviones), muchos de ellos todavía en sus hangares. En los días posteriores, Israel destruyó igualmente al ejército egipcio en la península del Sinaí y, tras la entrada en la guerra de Jordania, las tropas judías ocuparon Jerusalem Este y toda la ribera occidental del Jordán.

Al cuarto día, la guerra podría haber acabado si Egipto hubiera aceptado el alto el fuego propuesto por la ONU, Estados Unidos y las principales potencias europeas. Fue por ello que el general Moshe Dayan decidió, por su cuenta, atacar a Siria (el verdadero objetivo a neutralizar por parte de Israel) y ello supuso la ocupación de los estratégicos Altos del Golán antes de que entrara en vigor la tregua.

El balance de la aplastante victoria militar de Israel hizo que “ningún líder árabe responsable volvería a considerar seriamente la destrucción militar del Estado judío

Tony Judt, en el libro citado, dedica a este tema un capítulo titulado “Una sombría victoria”, a aquella guerra en la cual Israel se enfrentó y destruyó a los ejércitos coaligados de Egipto, Siria y Jordania y tras la cual, como señala Judt, “Israel se estableció como superpotencia regional y que reconfiguró de forma definitiva la política de Oriente Medio”.

El balance de la aplastante victoria militar de Israel que, como señalaba Tony Judt “no tenía precedentes”, hizo que, a partir de entonces, “ningún líder árabe responsable volvería a considerar seriamente la destrucción militar del Estado judío”, afirmación, no obstante que, en fechas recientes, resulta cuestionable por las intenciones expresadas por el régimen de los ayatollahs que rigen la República Islámica de Irán.

Volviendo al relato de los hechos, la brillante victoria de Israel en 1967, es considerada como un clásico en los anales de la guerra preventiva que, como se lamentaba Judt, “ha dado unos frutos amargos para vencedores y vencidos”.

Consecuencias internacionales

La Guerra de los Seis Días tuvo importantes consecuencias en el ámbito internacional. En primer lugar, Estados Unidos empezó a ver a Israel como su principal aliado estratégico en Oriente Medio, convirtiéndose así en su incondicional amigo, situación que se mantiene desde entonces, como tenemos ocasión de comprobar en el actual conflicto genocida de Gaza.

De igual modo, para algunos sectores políticos en determinados países, la defensa de la existencia de Israel se consideró una “causa justa”, comparable con la de la República Española, acosada por los fascismos durante la guerra de 1936-1939.

La Guerra de los Seis Días tuvo importantes consecuencias en el ámbito internacional

En cambio, la izquierda pragmática europea se distanció de lo que consideraba una “anomalía” de lo que suponía el socialismo laborista israelí y de sus “experimentos comunitarios”, esto es, de las exitosas realizaciones del movimiento kibutziano hebreo. Por su parte, la derecha conservadora europea, también el régimen franquista, optó por acercarse políticamente a los países árabes que producían petróleo antes de la crisis de 1973 ocasionada por la Guerra del Yom Kippur y, especialmente después de esta fecha.

El balance general es que la opción pro-Israel anterior a 1967 ha ido cambiando y ya no se ve a los israelíes como víctimas, pues las verdaderas víctimas son, ahora, los palestinos ya que éstos “han desplazado a los judíos como la emblemática minoría perseguida: vulnerables, humillados y sin Estado”. Por esta razón, desde entonces, hay comparaciones que “son letales para la credibilidad moral de Israel ya que, como señalaba recientemente Andrés Rábago, “ni siquiera el Holocausto puede seguir utilizándose como excusa de su conducta”. Tampoco vale ya tratar de antisemita a cualquier crítica a la actuación del Estado de Israel y sólo Estados Unidos, su incondicional aliado, es el que además de brindarle su apoyo permanente, siempre ha identificado el antisionismo con el antisemitismo como consecuencia de la poderosa influencia política del lobby judío norteamericano.

Consecuencias internas

No menos importantes fueron las consecuencias internas de esta guerra. La primera de ellas fue que, los israelíes, al desaparecer (temporalmente) la amenaza externa, se volvieron más arrogantes y, por ello, Israel, como señala Judt, estuvo “borracho de éxito” hasta la Guerra del Yom Kippur de 1973. Y es que, en la sociedad israelí se extendió un sentimiento generalizado de “superioridad” como recordaba Yael Dayan, la hija del general victorioso en 1967, se su libro Israel Journal. Ello supuso, también, el auge de un nacionalismo judío agresivo de nefastas consecuencias para lograr la ansiada paz con los países árabes vecinos y, sobre todo, con la población palestina que, a fecha de hoy, sigue siendo la principal víctima de un conflicto enquistado desde hace décadas y que en estas fechas se ha recrudecido tras el brutal genocidio que el gobierno de Benjamín Netanyahu está cometiendo en estas fechas en Gaza y que, no sólo aleja la esperanza de una paz justa, sino que está sembrando un odio por generaciones hacia Israel y, por extensión, hacia el mundo judío.

Hoy la población palestina sigue siendo la principal víctima de un conflicto enquistado desde hace décadas

A todo ello hay que sumar que, a partir de 1967 se produjo una considerable emigración a Israel de judíos expulsados de los países árabes de Siria, Irak, Egipto, Libia y otros, los cuales tenían opiniones muy contrarias a los árabes, por los que sentían un desprecio mutuo, y que no se identificaban con los antiguos partidos laboristas judíos, y que supuso un radical cambio del mapa político israelí propiciando así la llegada al poder en Jerusalem de la derecha nacionalista del Likud de la mano, de forma sucesiva, de Menahem Begin, Itzak Shamir o Beniamin Netanyahu algo que, como recordaba Judt, “era literalmente inimaginable antes de junio de 1967”.

Por otra parte, volviendo a los momentos inmediatamente posteriores a la victoria de Israel en la Guerra de los Seis Días, es poco conocido el hecho de que el 19 de junio de 1967, el Gobierno israelí votó en secreto el aceptar el principio de devolver el territorio ocupado a cambio de una paz duradera. Y, por su parte, David Ben Gurión aconsejó a sus compatriotas que no permanecieran en los territorios ocupados, una visión que contrasta con la ambición expansiva y mesiánica del nacionalismo israelí de tan fatales consecuencias y que hubiera evitado guerras posteriores, como la del Yom Kippur de 1973 así como tanto sufrimiento como el padecido por el pueblo palestino y su derecho a la creación de un Estado propio en paz con Israel y ambos con fronteras reconocidas internacionalmente. Por todo ello, resultaban premonitorias (y desoídas) las palabras que, en su día pronunció Abba Eban contrarias a la ocupación, y que hoy tienen especial vigencia cuando el gobierno ultraderechista de Netanyahu se plantea, tras arrasar Gaza y, en contra del derecho internacional, anexionarse unilateralmente tanto dicha Franja como Cisjordania:

“El ejercicio del gobierno permanente sobre una nación extranjera sólo puede defenderlo una ideología y una retórica ególatras y exclusivistas que son incompatibles con el legado ético del judaísmo profético y del sionismo clásico”.

Y es que, Judt considera que Israel es “el país que no quería crecer” pues, a pesar de que sigue siendo curiosamente inmaduro” ya que, “las transformaciones sociales del país, así como sus numerosos logros económicos, no le han dado la prudencia política que suele acompañar a la edad”. Y, por ello, se comporta como un adolescente “consumido por la frágil confianza en su singularidad; seguro de que nadie “le entiende” y que todo el mundo está “contra” él; lleno de amor propio herido, rápido en ofenderse y en ofender. Como muchos adolescentes, Israel está convencido – y empeñado en demostrarlo agresiva y repetidamente – de que puede hacer lo que quiere; que sus actos no tienen consecuencias y que es inmortal”.

Actuaciones pasadas y presentes de Israel han producido, y producen, desconfianza y resentimiento internacional hacia el Estado hebreo y, por ello, advierte con nitidez Judt, es preciso “un realineamiento radical” de la estrategia y de la política de Israel que, inevitablemente, debe pasar por, “desmantelar los principales asentamientos, iniciar negociaciones incondicionales con los palestinos, destapar el farol de Hamas ofreciendo a sus líderes algo serio a cambio del reconocimiento de Israel y un alto el fuego”.

Tal vez así, algún día, la llama de la esperanza de una paz justa no se apague en esta tierra, tan sagrada como ensangrentada que ponga fin a este conflicto interminable.

La Guerra de los Seis Días de 1967 y sus consecuencias