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Celín Cebrián | @celincebrianvaliente
El cine es el que mejor ha retratado los secretos del mundo financiero. Para poner las cosas en contexto, lo más conveniente es ir directamente a los desmanes del sector que condujeron a la crisis. Hipotecas, cotizaciones, fondos buitre, OPAS, hedge funds… Términos del mundo de la bolsa que se escapan a la mayoría de los mortales. EE.UU ha podido construir la industria cinematográfica más poderosa porque los productores de Hollywood supieron calcar sus métodos de producción del modelo económico dominante.

El cine comienza su andadura a finales del XIX como mero entretenimiento, pero, a partir de la Revolución bolchevique de 1917, los órganos de poder descubren la capacidad que tiene la imagen como propaganda ideológica. Tanto los regímenes comunistas como fascistas se sirvieron del cine para difundir su doctrina. También la democracia de los EE.UU lo hizo, sobre todo durante el período New Deal, momento que el cine clásico de Hollywood vino a desempeñar la función propagandística. El séptimo arte se usó como agente difusor de ideologías. Sobre todo a partir de 1927 con la llegada del sonoro. Ya no era necesario leer los subtítulos en las salas de cine. Dos años más tarde, aparece el crack de 1929 y la Gran Depresión. Con anterioridad, hacia 1914, ya se habían edificado en las afueras de Los Ángeles los estudios de producción cinematográfica. Los pioneros del cine decidieron abandonar la costa este para encontrar un clima más propicio para las filmaciones y escapar del dominio del trust Edison, que ejercía cierto monopolio en la región de Nueva York.

Tras el crack, la pobreza fue un hecho casi generalizado. Hubo alguien, como el alcalde de Chicago, Anton Cermak, que predijo que habría una revolución si las condiciones de vida no cambiaban rápidamente. Por su parte, el alcalde de Nueva York, Fiorello La Guardia, dijo “o tenemos leyes laborales, pensiones de jubilación, seguros de desempleo…, o habrá caos y desorden”. El malestar social era cada vez mayor. Ahí, el cine jugó un papel fundamental para superar la crisis. Las películas ofrecían diversión pero también alimentaban las ideas que emanaban de las charlas radiofónicas que daba el Presidente de los EE.UU. El cine de Hollywood, aunque era esencialmente de entretenimiento, también creó a través de la Warner Bros, un estudio donde impulsar aspectos de la realidad, historias inspiradas en los titulares de los periódicos. Y en esa línea, en 1932, la Columbia, representó las causas del crack con la película La locura del dólar, de Frank Capra, que tiene como protagonista a un honrado director de un banco que lucha frente a los poderosos para evitar la bancarrota. En efecto, Capra denuncia la corrupción que anida en el santa sanctorum de la democracia, o sea, en el mismo Senado: ―”La imagen que proporciona la clase política cuando decide ponerse de acuerdo para boicotear a Smith, es la casta endogámica temerosa de perder sus privilegios…”.
En 1945, más de la mitad de las palomitas se comían en las salas de cine
Las películas eran uno de los pocos lujos el ciudadano podía permitirse. El desastre fue total: recesión, desempleo, quiebra de empresas… El desplome de la Bolsa el 24 de octubre de 1929 trajo consigo consecuencias de índole política, económica, social y cultural. Algunos de los efectos fueron la supresión de créditos, la caída de los precios de las materias primas y los productos agrícolas… Como cuenta Carmen Mainer, antes las opciones de los dirigentes se optó por el capitalismo reformado, siguiendo la estela de Keynes, sistema que se adoptó en el país a partir de 1933 con la llegada de Roosevelt al poder, que llevó a cabo un paquete de reformas para superar la crisis, entre otras facilitó el a las salas repartiendo entradas entre los más desfavorecidos, junto con ropa y comida, y se profundizó en las posibilidades que tenía el lenguaje cinematográfico a la hora de cohesionar a una sociedad desesperada y desencantada. Giuliana Muscio nos arroja más luz sobre este tema, afirmando que el gobierno de Roosevelt fue permisivo y se posicionó para que el control audiovisual recayera entre las pocas majors, sin temor a la competencia. En medio de este caos, la industria cinematográfica descubrió un filón creando una fábrica de películas, los llamados filmes de serie B, producciones de bajo presupuesto y una hora de duración, con historias desarrolladas en ambientes exóticos y de gran lujo, y con finales felices, a lo que añadir las palomitas de maíz. En 1945, más de la mitad de las palomitas se comían en las salas de cine.
El cine so sólo superó la situación financiera, sino que ayudó a mantener la salud mental de los ciudadanos norteamericanos

Superada la crisis, y aprovechando el cine sonoro, por esa época se filmaron verdaderas joyas cinematográficas dirigidas por Frank Capra, George Cukor, John Ford… O clásicos como Shanghai Express de 1932, con Marlene Dietrich, dirigida por Josef von Stemberg, o Los 39 escalones, dirigida por Alfred Hitchcock en 1935… Y Cumbres borrascosas en 1939, de William Wylar. El cine so sólo superó la situación financiera, sino que ayudó a mantener la salud mental de los ciudadanos norteamericanos.
Lo cierto es que las películas de Hollywood han logrado capturar momentos cruciales del mundo financiero con una intensidad que pocos pueden ignorar. Desde la crisis hipotecaria en The Big Short hasta las decisiones cruciales en Magin Call, obras que no sólo entretienen, sino que también ofrecen valiosas lecciones. No recuerdo ahora quién dijo que “el dólar en la pantalla, más que una moneda, es un protagonista de la cultura popular”. Desde los primeros westerns hasta las últimas producciones de Hollywood, el billete verde se ha convertido en un símbolo de poder, de éxito y del sueño americano. El cine ha ampliado su mirada y ha mostrado la importancia del dinero en todos los ámbitos de la vida, pero sobre todo en Wall Street, ese filme en el que se retrata el mundo de las finanzas. O Citizen Kane, El gran Gatsby…, ambas muestran cómo el dinero puede corromper y destruir, pero también cómo puede abrir puertas y brindar oportunidades. O Scarface (1983),en la que la ambición de Tony Montana lo lleva a amasar una gran fortuna, pero también lo lleva a su propia destrucción, evidenciando el lado oscuro del dinero.
A través del cine, las películas sobre la bolsa, la narración de los desmanes en los que incurrió el sector financiero y que condujeron al estallido de la crisis se convirtieron en un filón para Hollywood. Una de ellas es Wall Street (1987), dirigida por Oliver Stone, en la que Bud Fox (Charlie Sheen) es un joven corredor de bolsa en Nueva York que lucha por abrirse camino. Para ello intenta conocer a Gordon Gekko (Michael Douglas), uno de los más exitosos gestores de fondos de la ciudad, algo que conseguirá regalándole una caja de habanos en su cumpleaños. Es el clásico por excelencia del cine financiero y bursátil, y una de las películas más icónicas de los 80. Su protagonista, interpretado por Michael Douglas, es la avaricia hecha carne. Nadie como él sintetizó con tanta precisión una época de excesos y de corrupción moral. Con anterioridad tendríamos Entre pillos anda el juego (1983), de John Landis, en la que los hermanos Mortimer son los propietarios de una sociedad de valores y bolsa, Duke&Duke, con base en Filadelfia. Una discusión entre ellos termina planteando que es necesario hacer una apuesta para dilucidar quién tiene razón. Una gran comedia que nos explica cómo se negocian en realidad los contratos derivados de la bolsa. Luego tendríamos la serie de tv Billions, Free Fall (2021), Golpe a Wall Street (2023), de Graig Gillespie… La lista sería interminable. Por lo tanto, vamos a centrarnos en 5 películas que recogen a la perfección el tema y su evolución en el tiempo.


Además de la ya citada, Wall Street, de Oliver Stone, la siguiente película a destacar sería Margin Call, de J.C. Chandor, en la que un banco de inversión debe decidir si vende o no toda su cartera de activos tóxicos en un tiempo récord de 36 horas. Una mirada tensa y dramática, y una lección poderosa de los riesgos. Su título hace referencia a la situación que vive el mercado cuando hay turbulencias, con un casting de lujo: Jeremy Irons, Kevin Space, Stanley Tucci, Demi Moore… Una trama de tintes shakesperianos en la que nadie es inocente. Aquí varios trabajadores de un banco se dan cuenta de que han estado jugando con activos bancarios con los que han ganado muchísimo dinero (más la coca, las fiestas…), que no valían nada.
Desde aquel 2008, el año de la crisis, la verdad es que no han cesado de llegar películas centradas en el tema
Desde aquel 2008, el año de la crisis, la verdad es que no han cesado de llegar películas centradas en el tema. Si Margin Call contaba la crisis desde el punto de vista de los banqueros, Too big to fail (2011, Malas Noticias), dirigida por Curtis Hanson y basada en el libro de Andrew Ross Sorkin, ponía el foco en la istración Bush, principalmente en la Secretaría del Tesoro, en manos de Hank Paulson. Actores de la talla de William Hurt, James Wood y Paul Giamatti, llevan el peso de la historia de una manera brillante, fabulosa. Hay un momento en el que uno de ellos dice: ― “…Y cuando me pregunten por qué el mercado no estaba regulado, ¿qué digo…”. A lo que otro, le contesta rápidamente: ―“Pues dices que nadie quería regularlo. Por favor, piensa un poco… Ten en cuenta que estábamos ganando demasiado dinero”.

Entre medias de esas dos fechas, no podemos olvidarnos del documental del 2010 dirigido por Charles Ferguson que ganó un Oscar en su categoría al año siguiente, considerado el mejor retrato de no ficción de la crisis financiera, que se nutre de entrevistas a políticos, a financieros y periodistas, de la regulación del mercado. Inside Job es un filme que viene a ser como la gran pregunta, la misma que le hacen en el documental al banquero: ―”¿Qué le parece eso de vender valores que su propia gente consideraba una basura?”.

A medida que pasaba el tiempo y la crisis quedaba lejos, las historias sobre todos estos temas fueron siendo menos sombrías. Incluso más frívolas, hasta que llega el desparrame total con El lobo de Wall Street (2014), en la que Martin Scorsese marra sin frenos una historia sobre el bróker Jordan Belfort, con un Leonardo DiCaprio en estado de gracia, tal y como la había contado él en sus memorias, o sea, tal y como la vivió en realidad esos años, dándose la juerga padre, ganando dinero, metido en las drogas, más las prostitutas…, hasta que todo acaba un día allá por 1999. Un largo viaje por el exceso y la codicia desenfrenada. Narra el ascenso de rico corredor de bolsa, cosa que logra vendiendo acciones a muy bajo precio (las penny stocks), más su posterior caída, relacionada con el crimen y la corrupción. Una comedia negra que muestra a las claras el nivel de degradación moral a la que pueden llegar ciertos tipos cuando ganan demasiado dinero rápido. Scorsese narra con habilidad y captura la energía de su protagonista con unas imágenes impregnadas de orgías de sexo, drogas y rock and roll, cuyos detalles fueron detallados por el propio Belfort, un tipo que disfruta de lo que hace a cada instante y que no persigue encontrar en ello una justificación moral.
Por último cabe señalar La Gran Apuesta (2015), de Adam Mckay, en la que un pequeño grupo de operadores y analistas prevén el hundimiento de los precios del mercado inmobiliario y en la que financiera Morgan Stanley se enfrenta a graves problemas de liquidez. A pesar de la presión de su personal para vender, Baum se niega a vender y cree que es mejor esperar hasta que la economía esté al borde del colapso, ganando con esa jugada más de mil millones de dólares. Ése es el truco. El filme está basado en el libro de Michael Lewis y protagonizado por un elenco de buenísimos actores entre los que destacan Steve Carrell, Brad Pitt, Christian Bale, Marisa Tomei, Ryan Gosling y Jeremy Strong.

En el año 2010 la BBC fue la primera en producir un mediometraje sobre el banco de inversión. Ese año se estrenó Los últimos días de Lehman Brothers, que venía a ser una dramatización de lo que sucedió en la compañía. Otra película en esa línea fue El Capital, dirigido en 2012 por Costa Gavras, basada en la novela de Stephane Osmont en la que un empleado llega a CEO de un banco y comienza a reestructurar la entidad y despide al 8% de la plantilla, mientras él se embolsaba más de dos millones de euros cada año. La película ganó la Concha de Oro de San Sebastián.
Desde que Adam McKay nos mostrara los fallos del sistema a través de un grupo de visionarios al margen del sector financiero, ha habido mejoras en la regulación bancaria y los departamentos de riesgo han endurecido los requisitos para facilitar préstamos hipotecarios. Aun así, la codicia otea los mercados como un ave rapaz hambriento, y ni qué decir que los asuntos turbios y complejos seguirán proporcionando historias que veremos desde el sofá mientras con el ordenador sobre las rodillas invertimos en Bolsa. Y…, fundido a negro.